Convertido ya en uno de los escritores más talentosos e influyentes de su generación, Federico García Lorca confesó en una carta enviada a su amigo Melchor Fernández Almagro que él estaba «nutrido de Burgos, porque las grises torres de aire y plata de la catedral me enseñaron la puerta estrecha por donde yo había de pasar para conocerme y conocer mi alma». El genial poeta granadino pasó varias estancias en Burgos entre los años 1916 y 1917. Una experiencia que le marcó: llegó a la capital castellana siendo músico vocacional y se marchó decidido a ser escritor. En Diario de Burgos publicó los primeros cinco artículos de su vida, textos que luego formarían parte de su primer libro, Impresiones y paisajes. Sobre este capítulo tan poco conocido de la vida del autor de Romancero Gitano versará el discurso de ingreso en la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes ‘Fernán González’ de la poeta María Jesús Jabato, acto que se celebrará el 20 de junio.
En ‘Torres de aire y plata’, que así ha titulado el texto, la escritora burgalesa, que ha hecho un análisis exhaustivo de los artículos de Lorca, realiza numerosos hallazgos para concluir «que no fue García Lorca quien hizo el retrato de Burgos, sino Burgos quien hizo el retrato de García Lorca». El discurso de la escritora burgalesa es un texto literario pródigo en anotaciones y referencias culturales, «en el que previo exordio de la influencia que tuvo en la vocación de Federico García Lorca el catedrático de la Universidad de Granada estrechamente vinculado a Burgos Martín Domínguez Berrueta, se analizan los cinco artículos que publicó en sus páginas DB, situándolos en el contexto temporal y social de la ciudad».
Así, analiza el artículo titulado ‘La ornamentación sepulcral’, vinculándolo a las visitas realizadas a los monumentos funerarios de la ciudad; la especialísima visión de Lorca sobre el Cid en el titulado ‘San Pedro de Cardeña’; la deliciosa convivencia de los estudiantes granadinos con las monjas del monasterio de las Huelgas y la visión del poeta sobre el trasfondo de vocación religiosa; el conocimiento del poeta sobre la música y su rebeldía ante las reglas; y la visión naturalista de uno de los mesones castellanos que encontró en su viaje a Burgos.
Pocos autores han analizado la experiencia burgalesa del autor de Poeta en Nueva York. Si acaso, y superficialmente, lo ha hecho uno de sus principales biógrafos, Ian Gibson: «Lorca trabajó mucho en Burgos, y cuando volvió al fin a Granada tenía medio preparadas las cuartillas que le iban a servir para la redacción de su primer libro (...) El joven granadino, que había sido músico hasta la muerte en 1916 de su querido maestro don Antonio Segura, ahora, ante la sorpresa y la alarma de sus amigos, se volvía literato».
Lorca pasó en Burgos, en su estancia más prolongada, más de un mes, entre los meses de julio y septiembre de 1917. Escribió decenas de cartas y postales a familiares y amigos, en las que siempre habló con entusiasmo de los encantos de la ciudad y de la provincia, ya que también visitó lugares como Santo Domingo de Silos, Covarrubias y San Pedro de Arlanza. «Burgos es maravilloso, tanto en lo antiguo (que es de lo mejor de España) como en lo moderno», escribió a sus padres en una ocasión. Los cinco artículos que María Jesús Jabato desentraña profusamente en su discurso son ‘La ornamentación sepulcral’ (que fue el primero); ‘San Pedro de Cardeña. Paisaje’; ‘Las monjas de Las Huelgas’; ‘Las reglas de la música’; y ‘Mesón de Castilla’.
En todos ellos se apunta ya el poeta que llegaría a ser García Lorca; son textos en los que, como escribió Gibson y nos descubrirá más ampliamente Jabato, «ya brota fresca y deslumbradora de los profundos manantiales intuitivos del naciente poeta».