El hotel-restaurante la Posada del Pintor, ubicado en la localidad de Las Quintanillas, ha puesto fin a su actividad después de tres años de trabajo, en los que ha conseguido una clientela fiel y un nombre en la cocina de autor. La crisis económica está detrás de la decisión que han tomado sus responsables, Patxi Álvarez y Elena Pérez, que, sin embargo, se han adentrado en una nueva aventura hostelera. Esta vez junto a un tercer socio, José Cuevas, y en la capital burgalesa, concretamente en el Parral.
Pero antes de optar por el cierre del local de Las Quintanillas, que se hizo efectivo el pasado mes de marzo (en Semana Santa ya no hubo huéspedes), Pérez explica que se intentó negociar con el dueño de la casa el precio del arrendamiento para poder mantener abierto el establecimiento. Al no alcanzar un acuerdo, comenzaron a barajar otras alternativas, que finalmente se han concretado en el restaurante Arcos del Parral.
A este nuevo espacio, que prevén abrir a finales de abril o principios de mayo, trasladarán la cocina de autor que caracterizó la Posada del Pintor, de la que se ha aprovechado su gran horno de leña, para poder seguir ofreciendo el menú-desgutación «que tanto ha llamado la atención». También cambiarán el nombre, pasando a llamarse Tábula Gastrobar. La denominación responde por un lado a un vino de la Ribera del Duero (Tábula) y por otro a la generosa barra que tiene el antiguo restaurante, que será gestionada por el tercer socio para ofrecer a los clientes una carta de pinchos elaborados que sacarán al momento.
En pleno traslado
Álvarez y Pérez se encuentran estos días en pleno traslado, dado que aprovecharán buena parte del material con el que contaban en el pueblo de Las Quintanillas. No harán reformas en el nuevo local, sino un acondicionamiento general debido a que los anteriores propietarios dejaron el establecimiento a punto para ser ocupado de nuevo. De ahí que la apertura se prevea para las próximas semanas.
A pesar de mostrarse ilusionados con el nuevo proyecto, Pérez lamenta el fin de la Posada del Pintor, donde han permanecido tres años gestionando una casa con seis habitaciones, cuyo «restaurante funcionaba bien e incluso se quedaba pequeño, pero el alojamiento no». «Me he sentido como en mi casa porque el pueblo es maravilloso», manifiesta.
Pérez y Álvarez han llevado en solitario el establecimiento de Las Quintanillas, algo que cambiará con el nuevo local de la capital burgalesa, donde además de un tercer socio se contratará a diverso personal. No obstante, prefieren no avanzar cifras a la espera de ver su funcionamiento.