La verdad callada del espionaje

PILAR CERNUDA
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La máxima prioridad del CNI es la lucha contra el terrorismo islamista, un objetivo que hoy en día es imposible combatir sin la cooperación entre los distintos servicios de información

La verdad callada del espionaje

En un restaurante de Madrid, el ruso, suficientemente joven para no haber conocido personalmente el terror que provocaba en tiempos la palabra KGB, con ciudadanos de su país que se negaban a circular por la plaza Lubianka donde se encontraba la sede central de la agencia soviética, da una larga cambiada cuando la periodista le pide su opinión sobre la polémica internacional que están causando los documentos publicados por distintos medios de comunicación, filtrados por Edward Snowden, informático que asesoró a la CIA y a algunas empresas subcontratadas por la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Viene a decir el ruso en su larga cambiada que Snowden no trabajó nunca para Moscú, que no es ciudadano del país y que los papeles que ahora se publican demuestran que se trata de un hombre sensibilizado por la falta de respeto a los derechos de privacidad y que, harto de esta situación, decidió denunciarla, lo que ha producido una convulsión en su vida y le ha obligado a abandonar su tierra.

Snowden, efectivamente, y sin haber sido inducido por Rusia, como ocurría en los tiempos de la guerra fría, ha generado un auténtico revulsivo en los servicios secretos e incluso en las relaciones políticas y diplomáticas de varios jefes de Estado y de Gobierno con la Casa Blanca, al apuntar que la NSA controló las comunicaciones personales de Rousseff, Hollande, Merkel e incluso el Papa Francisco. Y, en España, ha provocado que el Ministerio de Asuntos Exteriores haya pedido explicaciones al embajador de Estados Unidos en nuestro país, tras haberse publicado que también Rajoy podría haber sido sometido a control.

La semana próxima, el director del CNI, el general Félix Sanz, acudirá a la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso para informar sobre las escuchas y también para responder a las preguntas que se le formulen sobre las relaciones de la institución que dirige con la NSA y la CIA, tras declarar el máximo responsable de la primera, el general Keith Alexander, que existía una estrecha colaboración con las agencias europeas.

Sanz Roldán es un militar de reconocido prestigio, con altos cargos en los años de Gobierno de Aznar y Zapatero, al que Rajoy ha mantenido en su puesto, precisamente, por la confianza que le ofrece su trabajo. Mantiene excelentes relaciones con el Rey, el líder del Ejecutivo y la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, con la que despacha periódicamente, porque de ella depende orgánicamente.

Además de conocer en profundidad el funcionamiento interno del CNI, tanto desde el punto de vista de las operaciones en marcha como de su personal, es amigo de los directores de los servicios más eficaces del mundo hasta el punto de que, en ocasiones, ha realizado gestiones diplomáticas que no estaban relacionadas con su área de trabajo. Todo ello explica su continuidad en un cargo en el que los gobernantes tienen a prescindir de la persona que lo ha ocupado con el equipo anterior.

Evitar atentados. Este hombre da prioridad absoluta, como ocurre con otras agencias internacionales, a la lucha contra el terrorismo islamista, lo que obliga en este momento a un control exhaustivo en la zona africana del Sahel, centro de operaciones de la facción más peligrosa de AlQaeda, AlQaeda del Magreb, que desde allí preparan sus acciones internacionales y que, además, ha entrado en la estrategia del secuestro -en ocasiones en colaboración con grupos dedicados a la delincuencia común- para conseguir fondos y tratar de chantajear a los Gobiernos.

De este modo, una persona que conoce bien el CNI y a su director explica que, en la actualidad, es imposible luchar contra el islamismo terrorista sin la cooperación entre las distintas agencias de inteligencia, y los medios los ponen, fundamentalmente, las de Estados Unidos, hoy en cuestión por las filtraciones de Snowden.

La tecnología es muy sofisticada y cada servicio dispone de elementos propios, de sus equipos técnicos, pero también hay que tener en cuenta que las personas de a pie no son conscientes de cómo el teléfono móvil que llevan encima se convierte en un verdadero elemento importante de información sin necesidad de recurrir a permisos judiciales.

Así, la gente no sabe hasta qué punto es fácil entrar de lleno en su privacidad, como tampoco sabía que la NSA controlaba centenares de llamadas telefónicas en todo el mundo. En España, 60 millones en un mes. Es decir: pocos se salvan.