La familia Muñoz resiste en Tamayo

M.J.F. / Tamayo
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Muchas cosas han cambiado para los tres habitantes de este pequeño núcleo semiabandonado situado cerca de Oña. DB vuelve al lugar doce años después

El entorno apenas ha cambiado pero sí la casa familiar, que ha sido reformada con mucho gusto. - Foto: M.J.F.

Ya han pasado más de treinta años desde que Niceto Muñoz, un yesista con raíces andaluzas, pusiera en su horizonte vital el pequeño pueblo en ruinas de Tamayo, un lugar vacío pero en absoluto insignificante. Fue en un viaje, lejano ya en el tiempo, entre Valladolid y Laredo lo que le hizo descubrir este lugar próximo a Oña. El recuerdo idealizado de la vida rural en su Écija natal y unas ganas de aventura que nunca le abandonan le plantaron allí años después a él y a su mujer Pilar. Igual que el olivo que crece al lado de la casa. Y también entró en el plan el pequeño Ismael.

Los principios fueron duros. Niceto intentó sin demasiado éxito ganarse la vida con la ganadería mientras Pilar, se afanaba en las tareas del hogar sin agua corriente ni luz eléctrica. Sobrevivían con ingenio. Allí nada funcionaba con un simple botón como en la ciudad. El frigorífico iba a gas mientras que la televisión y la lavadora dependían de las placas solares en verano y de la gasolina, en invierno. Eran unos auténticos expertos en energías. Así les conoció DB hace doce años y ahora va a su reencuentro. El pueblo sigue casi igual: en ruinas, sin asfalto y sin alumbrado público. Pero la casa de los Muñoz ha pegado el estirón. Entonces estaba a medio hacer y Niceto era el arquitecto y el albañil. Todo a la vez.

vídeos en el móvil. Hoy, es un atractivo inmueble de grandes dimensiones y muy confortable. Ya hay luz, agua, teléfono móvil e internet. Ismael, que ya tiene 19 años, lleva en su móvil vídeos de Youtube en los que aparece Tamayo. «La juventud está globalizada», dice su padre. El chaval tenía una motito cuando DB le fotografió por primera vez y ahora tiene otra pero, obviamente, de mayor tamaño.  Orgulloso de haberse criado en Tamayo, no renuncia a la ciudad aunque de momento, va a buscar trabajo por la zona. «Aquí tenemos microclima y una situación perfecta porque está a solo dos kilómetros de Oña y de la carretera nacional», dice. Los tres están convencidos de que Tamayo tiene un encanto «y por eso han rodado programas de televisión e incluso cortometrajes de terror y de guerra», apuntan. Además, cada 5 de agosto, el Día de las Nieves, gente de toda España y también del extranjero que se apellida Tamayo acude al pueblo.

«hay días». Pilar también se siente muy a gusto. Atrás quedó la dura vida doméstica del principio. Niceto hace buen balance y habla de una mezcla de lucha y suerte. Ya ha cumplido los 57 y confiesa que hay días que echa en falta el suave clima de las tierras andaluzas. Pilar, no. Ella es de Palencia y está acostumbrada al frío castellano. Le mira a su marido, mientras sirve un refresco y unas aceitunas para todos en su amplia cocina, y dice «¡es un fenómeno!». Ismael sonríe. Es un chaval pecoso, guapo y con una mirada llena de ilusión. Tamayo está vivo.