Un aplauso atronador agradeció a la pareja que conforma la compañía suiza Nicole et Martin el esfuerzo realizado durante los casi 70 minutos que duró la primera sesión del espectáculo La doncella sin manos, una adaptación del cuento de los hermanos Grimm en la que solo dos personas encarnan los típicos papeles clásicos de molineros, reyes, doncellas y demonios y los hacen convivir con acrobacias y equilibrios sobre cuerda, algunos muy impresionantes en los que también participa un niño. Los suizos se estrenaron en esta edición del Enclave de calle el viernes con una versión de Los músicos de Bremen y se despedirán hoy con El pescador y su mujer, también de los Hermanos Grimm y representada con la misma fórmula de literatura y circo.
Todos los espectáculos de esta compañía familiar en el estricto sentido de la palabra que en sus más de quince años de experiencia ya había pasado alguna vez por Burgos se ponen en escena en una carpa -La carpa blanca, la llaman ellos- con aforo para 330 personas que, al menos en la primera sesión de ayer, estaba a reventar con público de todas las edades. La historia comienza con la pareja protagonista cantando un tema en francés, aunque en la representación emplean los otros dos idiomas oficiales de Suiza (alemán e italiano) y, por supuesto, el castellano. La primera parte del espectáculo, quizá algo descompensado para el público infantil, se dedica a la exposición del relato clásico: un molinero que no nada en la abundancia sale al bosque y se encuentra con un hombre que le llena los bolsillos de oro, lo cual hace explotar de alegría a la mujer, aunque toda la euforia se transforma en pena cuando se entera de qué ha ofrecido el molinero a ese extraño sujeto, que no es otro que el mismo diablo, a cambio de tanto dinero. La pareja pierde a su hija, la doncella protagonista que a su vez pierde las manos por rechazar al demonio y este se dedica el resto de la función a gastarle diversas jugadas por semejante desprecio. Así hasta que, como no podía ser de otra manera, la doncella encuentra a un rey cuyo amor es capaz de aniquilar las desgracias del pasado e incluso devolverle las manos.
El argumento es simple y conocido, por lo que la emoción se pone con las técnicas circenses, que tienen mucho más protagonismo en la segunda mitad del espectáculo y de ahí la afirmación de que puede estar algo desequilibrado, sobre todo desde el punto de vista del público infantil. Primero, porque se trata de un cuento clásico de amor entre rey y doncella sin aderezos propios del siglo XXI y segundo, porque las canciones que sirven para hilar la historia se cantan en francés e italiano y es más difícil seguirlas. Sin embargo, las diversas apariciones de lucifer sirvieron para captar la atención de los espectadores, a quienes, como suele ser habitual en estos espectáculos se pidió colaboración en la entonación de diversos temas tocados con flauta, arpa e incluso gaita.
De ahí que en el momento en el que empezó a haber más acción en el escenario, toda la carpa reaccionara y recibiera con entusiasmo volteretas laterales, bailes propios de juglares o un impresionante pino realizado con la mujer/doncella acoplada al hombre/rey. Pero mucho más complejas y aplaudidas fueron las acrobacias y equilibrios sobre cuerda de ambos artistas, algunas como para dejar con la boca abierta a más de un asistente. Por ejemplo, la ascensión de la doncella a los cielos recostada sobre una soga en la que solo apoyaba espalda y nalgas o las exhibiciones de fuerza del rey, colocándose en paralelo al suelo con un único brazo agarrado a la cuerda, a unos cuantos metros del escenario. Y para cerrar, uno de los hijos de la pareja, un niño de unos seis años acompaña a los artistas, en otra tanda de piruetas y acrobacias que sobrecogieron y encandilaron a los asistentes a partes iguales.
Los suizos se despedirán hoy del Enclave con dos sesiones de El pescador y su mujer, en la que los ingredientes son los mismos: literatura clásica, circo y baile.