Avance hacia la normalización

Agencias
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Obama se muestra convencido de que el embargo a la isla «va a terminar», aunque no aventura cuándo, mientras Castro apuesta por una «convivencia civilizada» con EEUU

 
 
El histórico viaje del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a Cuba, pretende, precisamente, no ser un acontecimiento insólito, sino un paso hacia la normalización en la relación de ambas naciones. Al menos, así lo manifestaron el propio Obama y su homólogo caribeño, Raúl Castro, tras la reunión que mantuvieron ayer en La Habana y en la que dejaron claro que el acercamiento protagonizado en diciembre de 2014, cuando anunciaron que sendos países iban a retomar las relaciones bilaterales tras más de medio siglo de deshielo no fue un hecho puntual.
En su declaración ante los medios tras el encuentro, el dirigente norteamericano aseguró que está convencido de que el embargo económico que EEUU mantiene sobre la isla caribeña desde hace más de 50 años «va a terminar», si bien no se aventuró a decir cuándo. 
Según detalló, esa medida «no ha servido a los intereses» de Estados Unidos ni a los del pueblo cubano y, por ello, recordó, ha dictado varios decretos ejecutivos para relajar las restricciones a La Habana, si bien su eliminación completa depende del Congreso, cuyas dos Cámaras están controladas en la actualidad por la oposición republicana, que no es partidaria del deshielo.
También manifestó que su Gobierno sigue su evaluación de algunos «aspectos técnicos» del bloqueo para determinar si es posible «flexibilizarlo más». «Si seguimos haciendo algo repetidamente que no ha funcionado, tiene sentido intentar algo nuevo», justificó.
Por su parte, Castro destacó la «disposición» de su Ejecutivo a seguir avanzando en «la normalización» de relaciones con Washington e insistió en que el embargo sigue siendo el principal obstáculo para el desarrollo de la nación.
En este sentido, abogó por una «convivencia civilizada», pero aclaró que la isla «no renunciará a su destino», por lo que llamó a progresar, pese a las «profundas diferencias» que persisten entre ambos Estados en materias como democracia y Derechos Humanos.
«Estamos convencidos de que podemos cooperar y convivir pacíficamente en beneficio mutuo por encima de las divergencias que tenemos para contribuir a la paz y estabilidad en nuestro continente y en el mundo», agregó.
Eso sí, avisó en contra de vincular cualquier avance en las negociaciones a cambios políticos sustanciales. «No debería pretenderse que el pueblo cubano renuncie al destino que libre y soberanamente ha escogido y por el que ha hecho inmensos sacrificios», remachó.
El líder comunista llamó a «no poner las diferencias en el centro del diálogo», admitiendo que aún son «profundas». No obstante, denunció «la manipulación política sobre el doble rasero de los Derechos Humanos» como parte de la «confrontación», asegurando que «ningún país» los cumple.