La revista Nature publica hoy (por ayer) un artículo científico que, con toda seguridad, será fuente de un cálido y apasionado debate entre los especialistas. Cuando la doctora María Martinón y el autor de estas líneas vimos y estudiamos por primera vez los dientes humanos que se describen en la revista Nature no tuvimos ninguna duda sobre su pertenencia a una población de nuestra especie.
El profesor Liu Wu, nuestro anfitrión de la Academia China de Ciencias de Pekín, nos aseguró que aquellos dientes procedentes de una excavación en la cueva de Fuyan (cercana a la localidad de Daoxian) podían tener un mínimo de 80.000 y un máximo de 120.000 años de antigüedad. Con la mayor sinceridad, confieso que su revelación era difícil de aceptar. Los dientes eran totalmente modernos y los antecedentes científicos no invitaban a pensar que la antigüedad de aquellos dientes llegara tan lejos. Baste recordar que Europa fue colonizada por nuestra especie hace poco más de 40.000 años y que, con los datos disponibles, sabemos que los primeros miembros de Homo sapiens llegaron a China y Australia hace unos 50.000 años.
El profesor Liu Wu proponía de manera muy natural que aquellos dientes de aspecto tan moderno eran nada menos que 30.000 años más antiguos que los de otros yacimientos de Asia, Europa y Australia con presencia segura de restos humanos de nuestra especie. Había que verlo para creerlo, porque su información rompía con todos los modelos establecidos. La propuesta de conocer el yacimiento de primera mano era una oportunidad para salir de dudas. El viaje era largo desde Pekín (cerca de 2.000 kilómetros en línea recta), pero merecía la pena.
Los yacimientos de Es Skhül y Jabel Qafzeh, en el actual estado de Israel, han proporcionado restos humanos de nuestra especie con una antigüedad de entre 120.000 y 80.000 años. Su aspecto todavía muestra un cierto aspecto arcaico en el cráneo o en los dientes, pero no cabe duda que pertenecieron a Homo sapiens ¿Era posible encontrar miembros de nuestra especie en el sur de China con la misma antigüedad, pero con un aspecto aún más moderno? Y si era así, ¿cómo habían llegado desde África hasta ese lugar tan remoto de China?
Hace más de 100.000 años los miembros de nuestra especie tratamos de salir fuera de África y colonizar Eurasia a través del Corredor Levantino, un camino natural entre los dos continentes. No cabe duda de que los neandertales, bien asentados en aquellas tierras, les cortaron el paso durante más de 60.000 años. En fecha reciente, un investigador de la Universidad de Israel publicó también en la revista Nature el hallazgo de un cráneo de Homo sapiens en la cueva de Manot, situada a pocos kilómetros de cualquiera de los muchos yacimientos tanto de neandertales como de humanos modernos que se localizan en el Corredor Levantino. El cráneo de Manot cuenta con poco más de 50.000 años de antigüedad, y para su descubridor, el profesor Israel Hershkovitz, el cráneo de Manot podía representar el comienzo del final de la resistencia de los neandertales al avance de nuestra especie hacia Europa y tal vez hacia del resto del continente eurasiático.
Sin embargo, desde hace algunos años varios especialistas vienen proponiendo que los miembros de nuestra especie salimos fuera de África a través del estrecho de Bab el-Mandeb, por el llamado ‘cuerno de África’, entre los actuales estados de Eritrea y Djibouti (en África) y Yemen (en la península de Arabia). Existen numerosos yacimientos arqueológicos en la península de Arabia, cuyas colecciones de herramientas de piedra apoyan esta tesis. Además, los genetistas han probado que los babuinos también fueron capaces de atravesar el estrecho de Bab el-Mandeb hace 120.000 años. Es más que probable que las oscilaciones del nivel marino posibilitaran un paso relativamente sencillo a través de este brazo de mar, tanto para los humanos como para los propios babuinos.
Una vez en la península de Arabia los miembros de Homo sapiens tuvieron que atravesar el estrecho de Ormuz, situado entre los actuales estados de los Emiratos Árabes Unidos e Irán. Desde allí, habrían colonizado todo el sur de Eurasia, donde las condiciones climáticas eran muy favorables y no muy diferentes a las de su África natal. Y todo esto habría sucedido, mientras los neandertales ofrecían una ‘resistencia numantina’ al avance de Homo sapiens a través del Corredor Levantino. Como mucho, los neandertales tuvieron lances amorosos con los visitantes procedentes de África. Según los genetistas, las poblaciones humanas de Eurasia llevamos en nuestro genoma entre un 2 y un 4% de genes transmitidos por los neandertales. Si las dos especies permanecieron en contacto durante 60.000 años, es normal que acabaran por tener una relación muy estrecha.
Cuando María Martinón y servidor llegamos al pueblecito de Daoxian, en el sur de China, y visitamos la cueva de Fuyan nos quedamos perplejos. La estratigrafía de la cueva es muy sencilla y fácil de entender. Los niveles se pueden seguir por toda la cueva, cuyo nivel más alto está rematado por un espeleotema continuo. Esta capa de carbonato cálcico cubría todo el yacimiento como una gigantesca lápida, que no habría permitido la intromisión de ningún tipo de sedimento o de fósiles más modernos. Una pequeña estalagmita había crecido sobre el espeleotema y su datación mediante el método de las series de uranio por expertos de China y de Estados Unidos daba una cifra de unos 80.000 años. Esta era la fecha más reciente posible para los niveles cubiertos por el espeleotema. La fauna que se encontraba junto a los dientes humanos ponía un límite superior temporal de unos 120.000 años. Nuestras dudas se disiparon casi de manera inmediata. Examinamos el yacimiento de arriba abajo durante varias horas, escuchamos con atención todas las explicaciones de la directora de la excavación, la Dra. Wu Xiu-jie, y pudimos ver los fósiles de mamíferos asociados a los dientes humanos. Salimos de la cueva totalmente convencidos de que habíamos estado en el yacimiento más antiguo de Homo sapiens fuera del continente africano.
Tras nuestro periplo por otros yacimientos de China, las doce horas de vuelo de regreso a España fueron una verdadera tormenta de ideas. Las implicaciones de este hallazgo eran muy importantes. Entre otras, parecía claro que los neandertales habían representado una verdadera barrera biológica al avance de nuestra especie en el Corredor Levantino ¿Era posible pensar que Europa no llegó a ser colonizada por los primeros sapiens que intentaron salir por ese Corredor?, ¿qué podrían decirnos los genetistas al respecto? Los interrogantes se sucedían en nuestro debate a 12.000 metro de altura. Ya en España, María tomó la iniciativa de arriesgarse a trabajar durante meses en la elaboración de un artículo para la revista Nature, conociendo las dificultades para conseguir ese logro. Había que ordenar toda la información en un texto coherente, recopilando todos los datos información aportados por cada especialista. Un reto y un esfuerzo, que ha tenido una merecida recompensa para su carrera científica. Una pena que la doctora María Martinón ya no esté con nosotros en Burgos para celebrarlo. Una parte considerable del prestigio que confiere publicar en estas revistas ha viajado con ella a Londres, donde ya imparte clases e investiga en el University College para mayor gloria del Reino Unido.