Un gigante moribundo

H.J. / Burgos
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La secuoya de la antigua estación, el árbol más alto de la ciudad, se seca irremediablemente víctima de una enfermedad que el Ayuntamiento asume como incurable, aunque todavía no se plantea cortarla

El ejemplar mide 35 metros y data de mediados del siglo XIX. Arriba, detalle de su estado en la mitad superior. - Foto: Jesús J. Matías

En el catálogo de árboles monumentales de la ciudad una Sequoiadendron giganteum destaca sobre todos sus congéneres vegetales. Con sus 35 metros de altura, el equivalente a un edificio de 10 plantas, tiene el honor de ser oficialmente el ejemplar más alto de toda la ciudad. Y sin embargo podría tener los días contados porque una enfermedad lo está matando poco a poco.

La gran secuoya que preside la plaza de la antigua estación de ferrocarriles está seca en su mitad superior y los técnicos del Ayuntamiento de Burgos asumen que su dolencia «no tiene solución» y le irá afectando progresivamente. Así lo explica la concejala de Medio Ambiente, Carolina Blasco, quien añade que el área municipal encargada de velar por el patrimonio verde de Burgos desconoce las causas del problema «pero parece no tener cura».

Hace más de una década que la secuoya, que algunos atribuyen a la misma época de la estación (en torno a 1860), se seca poco a poco sin que nadie sepa responder por qué y sin que hayan sido capaces de detener su decadencia. Asumiendo los hechos, el Ayuntamiento al menos no ha pensado en su derribo a corto plazo.

La propia Carolina Blasco apunta, tras consultarlo con los servicios técnicos, que «no parece que el árbol tenga menos estabilidad que cualquier otro, ya que su parte baja parece que está todavía sana», así que no existiría riesgo evidente de caída.

Paradójicamente, el grave deterioro del estado de salud de la secuoya se evidencia justo cuando el árbol acaba de adquirir un carácter de protegido. El Plan General de Ordenación Urbana recién entrado en vigor incluye por primera vez un catálogo de arbolado que supone una novedad en el marco de la normativa local.

En concreto, la secuoya de la estación figura con ficha propia dentro del listado de árboles monumentales, aquellos que «por su singularidad, tamaño o especie se consideran sobresalientes respecto a los demás». Según esta misma ficha, que data de marzo de 2013, a sus 35 metros de altura se añaden 12 metros de diámetro en la copa y 6,8 de perímetro en la base.

El catálogo de arbolado del PGOU ya reconoce su estado de conservación como «malo», y de hecho es el único entre los árboles monumentales que figura con esta consideración. En el resto de los 31 ejemplares que componen el listado predomina la situación de «bueno», aunque hay otros cinco ejemplares con estado «regular»: tres sauces en La Isla, carretera de Cardeñadijo y Cótar, un arce en Fresdelval y un álamo blanco en La Quinta.

El catálogo de arbolado y su correspondiente protección han llegado más de 10 años después de que la Fundación Oxígeno elaborara un listado muy parecido, que de hecho ha servido de base para el documento municipal. Su presidente, Roberto Lozano, valora que pese a la tardanza «ahora Burgos es de las pocas capitales de provincia que lo tienen incluido en su desarrollo urbanístico, lo cual es muy positivo, siempre y cuando se invierta en ellos». Lozano reclama que se elabore un informe en profundidad para intentar hacer algo para salvarlo con algún tratamiento fitosanitario, y en caso de resultar imposible «que será lo más seguro, utilizarlo para hacer una gran escultura, permaneciendo así el árbol y su singularidad».

Para el presidente de la Fundación Oxígeno, este tipo de árboles monumentales de los que la capital burgalesa puede presumir «son joyas para la educación ambiental, para la memoria e historia urbana, para la investigación científica y para el disfrute».