Pequeños. Cada vez más pequeños y más envejecidos. Una radiografía al entramado rural de Castilla y León constata que buena parte de los pueblos no dejan de menguar su tamaño. El movimiento natural de la población de la última década se ha cebado especialmente con las localidades de menor tamaño. Esta circunstancia ha elevado el número de micropueblos más de un 25 por ciento en diez años. Un camino que no parece tener retorno por falta de relevo generacional.
La primera década del siglo XXI, el periodo entre los dos últimos censos realizados por el Instituto Nacional de Estadística, sirvió para frenar la continua pérdida de población que azotaba Castilla y León desde mediados del siglo pasado. La inmigración jugó un papel crucial, pero con la crisis actual el problema demográfico vuelve a agudizarse.
Al margen de los datos absolutos, son llamativos los movimientos dentro de la distribución territorial de la Comunidad, siendo los municipios que tienen entre 5.000 y 10.000 habitantes los que acapararon prácticamente todo el crecimiento de la población. Se trata de localidades situadas en los entornos de las capitales con precios más moderados de la viviendas que en las ciudades y que han servido para el asentamiento de los nuevos hogares jóvenes.
La población que eligió estos pueblos medianos casi se duplicó (creció un 78 por ciento) en la primera década del siglo, con 100.000 habitantes más. El ejemplo más significativo es Arroyo de la Encomienda, junto a Valladolid, que encabeza incluso los ranking nacionales de expansión.
El número de municipios entre 5.000 y 10.000 habitantes ha pasado de 19 a 34 en la última década. En ellos habita el nueve por ciento de los castellanos y leoneses cuando a principios de siglo sólo representaban un 5,3 por ciento.
En el extremo opuesto se encuentran los micropueblos. Su crecimiento en número ha sido exponencial en los últimos diez años. Nada menos que 121 nuevos municipios han engrosado la lista en este periodo por la pérdida de población. Se trata ya de un grupo de 591 localidades. Esto significa que uno de cada cuatro municipios de Castilla y León (26 por ciento) tiene menos de 100 habitantes y en ellos reside solamente un 1,4 por ciento de los castellanos y leoneses.
Hay que aclarar que se trata de municipios, es decir que tienen su propio ayuntamiento, porque además de ellos están las entidades locales menores o pedanías, que en el caso de Castilla y León son 3.685 más con algún habitante. Ahí ya no se incluyen los núcleos fantasma, esos que ya perdieron todos sus vecinos y que suman casi 250, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.
El problema estos pueblos que rebasan esa barrera por debajo de los 100 habitantes es el problema de la reversión de esta circunstancia. Catedráticos de Geografía Humana y expertos en demografía los dan por perdidos en un lapso de tiempo relativamente corto. El motivo, la falta de un relevo generacional que permita pensar en una estabilización o recuperación.
Sin llantos ni risas. De esos casi 600 micropueblos que están por debajo del centenar de vecinos, en 155 hace décadas que no escuchan ni el llanto de un bebé ni las risas de un niño jugando en unos columpios. Concretamente en estos municipios no hay ni un solo menor de 16 años, según los datos del último censo.
155, comparados con las 2.248 localidades que hay en Castilla y León no parecen mucho. La sorpresa es cuando se buscan pueblos con menos de 10 niños menores de 16 años. Ahí la cifra se dispara hasta 1.033 municipios. Nada menos que un 46 por ciento del total. Prácticamente la mitad.
Los datos confirman la aseveración de la Junta de Castilla y León que defiende el carácter eminente municipalista de la Comunidad. No en vano, el 88 por ciento de todas las localidades tienen menos de 1.000 habitantes, aunque en ellas residen solamente el 20 por ciento de toda la población. Aún así, los servicios básicos tienen que llegar a todos ellos, lo que encarece su prestación. Por eso el Ejecutivo quiere que esta peculiaridad se tenga en cuenta a la hora de determinar la financiación autonómica.
Justamente estos pueblos de menos de 1.000 vecinos son los que han sufrido la mayor pérdida de población en la primera década de este siglo. 60.000 habitantes menos en el intervalo de los dos últimos censos, a pesar de la tónica ascendente provocada por la inmigración que en los últimos años se ha roto.