El trabajo de la tesis doctoral de Irene Palomero, dirigida por un profesor de la URJC y otro de la UBU, ayuda a reconstruir la historia de las Merindades.
Un grupo de alumnos de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid, bajo la dirección de los profesores Félix Palomero y Francisco Reyes, ha realizado un trabajo de prospección-excavación en el paraje de San Andrés de Cigüenza, con resultados alentadores, de mayor calado de lo que se suponía en un principio que se podría alcanzar.
Podemos aventurar que los hallazgos encontrados permitirán, una vez que se haya realizado el estudio y el análisis de los restos localizados, aportar una novedosa documentación para la reconstrucción histórica desde el Bajo Imperio hasta los comienzos de la Alta Edad Media en el contexto de las Merindades.
La prospección-excavación arqueológica que se lleva a cabo en el paraje conocido como las sepulturas o tumbas de San Andrés, localizado en la población de Cigüenza, se enmarca dentro de una acción específica del Proyecto FES II (Fundation of the European Space). Dicho proyecto reúne a diferentes universidades y centros de investigación españoles y europeos, entre los que se cuenta la URJC de Madrid. En este caso se trata de las actividades de investigación encaminadas a la realización de la Tesis Doctoral que lleva a cabo Irene Palomero, en torno a los inicios de la cristianización de esta comarca, bajo la dirección de los profesores Francisco Reyes, de la Rey Juan Carlos, y Rafael Sánchez Domingo, de la UBU.
El lugar elegido no puede ser más interesante, ya que se trata de un emplazamiento enmarcado en el territorio de la antigua Segontia, que sufrió la reestructuración bajo época romana y visigoda, momento que queda reflejado en las estructuras rectangulares que han aparecido en las labores llevadas a cabo en este lugar.
Las noticias sobre este emplazamiento eran escuetas y las evidencias arqueológicas no resultaban definitivas, pues se reducían a poco más de una veintena de sepulturas excavadas en la roca que habían sido objeto de remoción en diferentes momentos y etapas. Ahora los investigadores han podido comprobar la gran extensión de la necrópolis que sitúan entre el fin de la Antigüedad y los inicios de la Edad Media. Llama poderosamente la atención el hecho de enmarcase esta necrópolis junto a un gran edificio anterior, que sirvió de referente a la hora de plantear la ubicación de las sepulturas y que debieron colocarse en su entorno cuando comenzaron a realizarse, ajustándose a su existencia. El grupo de investigadores señala que la gran cantidad de sepulturas se debe al hecho de que este paraje congregaría a diferentes grupos humanos instalados en los alrededores, no tratándose de una gran entidad de población sino que era un centro de referencia de tipo más amplio que la propia entidad urbana para la cual se dispuso este cementerio y su centro de culto.
A la espera de los resultados de las pruebas de carbono 14, los investigadores consideran que la vida de este centro pudo desarrollarse entre el fin del Imperio Romano (ss. IV-V) hasta los siglos IX y X, lo que plantea el mantenimiento de una población en este espacio durante los siglos VIII al IX, época en la que se considera que debió existir un vacío demográfico como consecuencia de la conquista musulmana y el retraimiento de la población hacia los núcleos cristianos del norte.