Aunque estaba todavía lejos de ganar la guerra que había comenzado, Francisco Franco ya estaba sentando en el año 1937 las bases de un Nuevo Estado. Con motivo del primer aniversario de su proclamación como Caudillo, el general golpista decidió crear en la ciudad de Burgos las condecoraciones con las que homenajear a los «héroes» de la «Cruzada contra la barbarie comunista, amenazadora de la Civilización Occidental». Así, instauró varios reconocimientos. La Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas fue el «supremo galardón», con los grados de Caballero y Comendador y los distintivos de Gran Collar, Gran Cruz, Placa, Cruz y Medalla.
Ese mismo 1 de octubre de 1937, Franco resolvió conceder el título de Gran Caballero y el Collar de la Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas a Adolf Hitler y a Benito Mussolini «como signo leal y firme a la amistad de los pueblos que, en esta hora trágica y gloriosa de nuestra Cruzada contra la barbarie, nos honraron con su reconocimiento sincero y amistad generosa». Alemanes e italianos dieron apoyo logístico al bando sublevado. Los primeros, con la Legión Cóndor, fuerza aérea con más de 15.000 efectivos y 600 aviones; los segundos, con el Cuerpo de Tropas Voluntarias, alrededor de 60.000 ‘camisas negras’.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha reclamado al actual Gobierno central que «retire cualquier reconocimiento público» a quienes colaboraron «con los golpistas»; a quienes «atacaron»» a la ciudadanía «bombardeando población civil, derrocando un régimen democrático y colaborando en el establecimiento de una cruel y sangrienta dictadura que se alargó durante casi cuatro décadas». La ARMH, que quiere que esa supresión se lleve a cabo «de forma pública como un gesto de higiene democrática», remitió esta petición mediante una misiva entregada en el Ministerio de la Presidencia a finales del año pasado y espera una pronta respuesta.
El emblema de la Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas tenía «cinco flechas en haz abierto y un yugo apoyado sobre la intersección de las mismas, todo él en color rojo y montado a tenor de los diferentes grados de la orden», según reza en el decreto. El yugo fue elegido «por la fuerza creadora y unánime de una coyunda indisoluble con el pasado»; las flechas «cruzan hacia el futuro enrojecidas de sangre marcando un destino imperial e irresistible porque llevan en las puntas el fuego, la sangre y el oro de una raza inmortal (sic)».