Se llama acogimiento familiar, se rige por una normativa publicada en el boletín oficial, está promovido por la Junta de Castilla y León y gestionado por Cruz Roja pero la práctica es tan antigua como el mundo. «Cualquiera conoce algún caso en el que a una mujer tenían que operarla y dejaba a sus niños con una hermana o una vecina. Pues esto es básicamente lo mismo, cuidar por un tiempo de unas criaturas a las que sus familiares, por diferentes razones, no pueden atender en un momento dado». Así lo explica Marta Tovar, coordinadora del programa, quien destaca la generosidad sin límites de la treintena de familias con la que cuentan para atender a los críos que lo necesitan.
Un buen ejemplo es el de David Pereira y Almudena Navalón. Tienen una niña biológica de tres años y otros dos bebés en acogida de dos años y año y medio. Para el primero se está buscando una familia de adopción y en el caso del segundo, se está trabajando con su familia biológica para reconducir determinados comportamientos que, por el momento, hacen imposible que se ocupen de él.
No es la primera vez que Almudena y David entran en contacto con el acogimiento familiar. De hecho, hace unos años se hicieron cargo de un adolescente con una trayectoria tremenda -vio morir a su madre, su padre no se ocupaba de él- y se emplearon con él a fondo. Las cosas entonces no salieron como se esperaba -el acogimiento es como la vida misma- y el joven comenzó a tropezar una y otra vez. Terminó en la cárcel de donde sale dentro de mes y medio. Y ahí estará, de nuevo para darle cobijo, esta joven pareja que, lejos de juzgarle, está muy orgullosa de los logros conseguidos por el chico (aprobar el Bachillerato, entre otros).
Ellos no hacen distingos entre su hija biológica y los acogidos «porque el amor es el mismo». Habrá quién se pregunte de qué pasta están hechos y qué es lo que les mueve a actuar de esta manera. Contestan que son normales y que lo que les motiva es pensar que todos los niños tienen derecho a vivir en un hogar, a que se les quiera y a sentir que son únicos. La alternativa de las dos criaturas que ahora tienen en casa sería un centro de acogida donde nadie duda de la profesionalidad de sus trabajadores pero todo el mundo coincide que no es lo mismo que el calor familiar.
«El cuidado que estas personas dispensan a los críos es terapéutico porque muchas veces los pequeños llegan heridos emocionalmente y con una mochila que pesa mucho», añade Tovar, a quien le gustaría que hubiera más gente dispuesta a acoger. No se pide nada especial. Solo ser personas normales -da lo mismo que estén solteras o casadas, que sean homosexuales u heterosexuales, mujeres u hombres- con una vida en la que reine un cierto orden y que puedan dispensar a los niños la atención que necesitan. Lo demás, lo ponen la Junta y Cruz Roja. La ONG ofrece a las personas interesadas un completo curso en el que conocen todos los detalles del acogimiento, desde los legales al trabajo que se hace con las familias biológicas para procurar su recuperación. En el caso de uno de los bebés que viven con David y Almudena, sus padres le ven periódicamente en un punto de encuentro mientras intentan reconstruir su vida. Por Navidad enviaron a esta pareja una felicitación dándole las gracias por lo bien que están cuidando de su hijo : «Es una satisfacción muy importante saber que ellos están contentos».
Son conscientes de que esta situación que viven con ‘sus’ niños es temporal y que llegará el momento de decir adiós. Saben que será duro pero lo afrontan con madurez y el apoyo de los profesionales de Cruz Roja: «El hecho de despedirse de los niños es lo que más tira para atrás a personas que quieren acoger pero deben saber siempre que los niños no son suyos, que los están cuidando con todo el amor del mundo pero de forma temporal. Eso, aunque duela, nunca se nos tiene que olvidar porque lo que prima es que ellos estén lo mejor posible».
Más información: www.cruzroja.es/familiasacogidacyl y 947 25 78 99.