La Virgen de las Viñas regresa a su ermita

Máximo López Vilaboa
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Se cumple medio siglo del retorno de la imagen de la patrona a su templo tras el incendio ocurrido siete meses antes, una inusual procesión puesto que esta talla tan solo es sacada alrededor de la ermita el día de su fiesta

Ayer, 4 de abril, se cumplía medio siglo de una de las jornadas más recordadas en Aranda y de la que han quedado varias y curiosas fotografías. Se trata de la solemne y excepcional procesión que se realizó con la imagen de la Virgen de las Viñas desde la parroquia de Santa María hasta su ermita, tras el incendio ocurrido siete meses antes.

Como es conocido esta imagen únicamente sale en procesión alrededor de la ermita el día de su fiesta, las únicas veces que ha bajado al centro de Aranda ha sido hace muchos años con ocasión de pertinaces sequías, epidemias o con motivo de guerras.  En aquel momento había bajado tras el incendio que se había producido el 26 de agosto de 1964 y que a punto estuvo de destruir la ermita y la imagen.

Los arandinos actuaron en aquella jornada con auténtico heroísmo y, tras poner a salvo la imagen, consiguieron sofocar el incendio que destruyó todo el tejado y dejó la ermita muy deteriorada. En aquella jornada se depositó la imagen de la Virgen de las Viñas en el entonces Albergue de Turismo (actual Residencia de Asadema), para luego trasladarla al día siguiente de manera solemne a la parroquia de Santa María. Tras los primeros arreglos (las obras de reconstrucción no concluirían en su totalidad hasta 1971) la imagen retornaría a la ermita el domingo, 4 de abril de 1965. Era el último domingo de Cuaresma y se decidió esa fecha para que la Virgen de las Viñas estuviera ya en su ermita durante la Semana Santa.

Los arandinos iban a asistir a un acontecimiento único, parecía que era la forma que tenía la Virgen de las Viñas de agradecer la entrega y generosidad de tantos que se acercaron, incluso con cierta temeridad, a sofocar el incendio de agosto y de todos los que ya estaban colaborando económicamente para que la ermita recuperase el esplendor perdido. Todos eran conscientes de que nunca volverían a ver una estampa semejante, la patrona frente a sus casas.

La Virgen portaba un vestido de color azul verdoso y negro, de finales del siglo XIX, el que se conoce como el de las Calderonas. Además la procesión fue en andas, y no en la carroza habitual, para que distintas personas se fueran turnando a la hora de portar la imagen.

La procesión fue emotiva y multitudinaria, tal como se puede ver en las imágenes reproducidas junto a estas líneas pero, sin lugar a dudas, el momento más emotivo fue cuando la imagen se desvió de su recorrido y, al pasar la Fuenteminaya, se dirigió al cementerio de San Gil. Allí se rezó un responso y una Salve por todos los difuntos allí enterrados, por el alma de tantos devotos de la Virgen de las Viñas cuyos restos reposaban en el cementerio arandino.

Tras pasar, junto al Humilladero que entonces ya amenazaba ruina, se pasó sobre el ferrocarril del Madrid-Aranda-Burgos, que se inauguraría tres años después. Del paso sobre la línea férrea quedan algunas de las imágenes más curiosas de aquel día, perfecta metáfora de cómo gracias a muchas manos y a mucha colaboración, pudo regresar la patrona de Aranda de Duero a su centenaria ermita. Una vez instalada en el altar mayor se cantó una Salve en el interior del Santuario.