El padre de Manuel Aparicio, que ahora tiene 93 años, solía ir con su hijo adolescente al río Mataviejas cuando terminaba su jornada como guarda forestal en Santo Domingo de Silos. Hace ya varias décadas, padre e hijo echaban los reteles para coger cangrejos y aprovechaban ese momento de aislamiento en plena naturaleza para buscarse el uno al otro.
«Él quería organizar tu vida o lanzarte mensajes que no te decía abiertamente pero que captabas entre líneas; tú querías contarle cosas pero no sabías cómo, y también querías ocultarle otras». A esos diálogos paterno-filiales, a esa forma diferente de entender el mundo y al contexto social en el que se desarrollaba dedica Manuel Aparicio su nuevo libro, A por cangrejos (con mi padre), publicado con la Editorial Ochoa.
«Son momentos emocionantes en los que se entremezclan sensaciones dispares de recelo, miedo, respeto, autoridad, secretos...», añade el autor, que dedica la obra a su progenitor como ya hiciera con su madre cuando publicó Cogiendo mariposas. «Es un relato de memorias, pero a la vez es un examen -que no crítica- de la vida de la sociedad de la época: la cultura, la educación, las relaciones entre padres e hijos, el papel de los amigos...», de cuando Aparicio contaba entre 10 y 21 años, edad esta última con la que se fue a la mili.
El libro, que se presentará en Burgos después del verano, es un alegato también hacia el papel de los abuelos. «Los padres aspiran a tener nietos para transmitirse en ellos. Se representan en sus nietos y se proyectan sobre ellos. Los padres se realizan en los hijos y se eternizan en los nietos. En este libro yo veo a mi padre como abuelo y entiendo mejor ese legado que todos queremos hacer», subraya el autor de obras como Me mola la poesía; Racimo de rosas; Gramática S.O.S. del español; ¡Qué cojones es esto!; Con la pluma a cuestas; 30 en oro y Homo gilipollensis, entre otros.