No hay producto más gravado en España. Tanto que las cuatro quintas partes del precio de venta de una cajetilla de tabaco son impuestos. No se libra de casi ninguna subida de impuestos. La última fue anunciada por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la semana pasada y su aplicación fue efectiva el sábado 29 con la publicación del Real Decreto en el Boletín Oficial del Estado (BOE). El incremento del impuesto sobre el tabaco ya ha tenido su impacto en el consumidor porque los principales fabricantes comenzaron el miércoles a repercutir los nuevos tributos en el precio de sus cajetillas. La multinacional Philip Morris incrementó 10 céntimos el precio de todas marcas de cigarrillos, entre las que destacan Marlboro, Chesterfield y L&M. El Malboro cuesta 4,75 euros en el estanco. Todo un lujo para los mermados bolsillos de los fumadores y otra vuelta de tuerca para los estancos, un sector muy castigado por la crisis y por la constante subida de impuestos. No en vano, se trata de la quinta subida fiscal desde diciembre de 2010.
Es cuestión de días que el resto de las tabaqueras aumente sus precios porque no es de esperar que estas compañías asuman contra sus márgenes parte de esos impuestos. La subida se notará, sobre todo, en el precio del tabaco de liar, que hasta ahora tenía menos tributos.
El impuesto sobre el tabaco grava el producto con el tipo ‘ad valorem’ (un porcentaje sobre el precio de venta) y otro específico (fijo por producto). Este último, con el real decreto, ha pasado de 19 euros a 24 euros por cada mil cigarrillos. De esta manera, se obliga a que las marcas más baratas suban más los precios y afectará en menor medidas a las que tienen un coste superior.
La Asociación de Profesionales de Estancos de Burgos (Asprebur) critica la medida adoptada por el Ejecutivo central por ser un duro golpe para el sector y por entender que es una equivocación seguir con el alza de los impuestos especiales al tabaco. El presidente del colectivo provincial, Carlos Pérez, teme que las ventas del tabaco caigan después de los meses de verano, cuando el consumo baja habitualmente. Además, la subida del precio ha coincidido en la semana de fiestas de la capital, cuando la gente sale más y, con el buen tiempo, está en la calle. «Aumentar el precio no trae consigo aumentar la recaudación y auguramos un batacazo», apunta. Y eso que declara que Burgos ha estado, de momento, al margen del contrabando de tabaco que azota a otras provincias que son fronterizas con Portugal, Andalucía o tienen costa, lo que facilita la entrada de producto ilegal, libre de impuestos.
Pérez reconoce que el mercado burgalés es más pequeño pero también más estable, sin tantos altibajos como en las zonas del sur de España, donde el contrabando ha provocado el cierre de numerosos estancos. Apunta que la provincia no ha registrado el cese de negocios en los últimos meses, aunque advierte que algunos estancos «están en la UVI», con muchos problemas.
El Comisionado para el Mercado de Tabaco recoge que las ventas de cigarrillos cayeron entre enero y mayo de este año un 5,7% en la provincia de Burgos, con respecto al mismo periodo de 2012. De los 8,3 millones de unidades se ha pasado a 7,8 millones. Pero el porcentaje de caída aumenta hasta el 19% en Cádiz, azotada por el contrabando.
Esa caída de ventas no se traduce, al menos en Burgos, en un descalabro de la recaudación por la constante subida de impuestos. En los cinco primeros meses del año, los ingresos por cajetillas ascendieron a 33,3 millones de euros, un 1,5% más que en ese mismo tiempo en 2012. La provincia mantiene aún el crecimiento frente al conjunto del país, donde la recaudación cayó un 4%.
La entrada en vigor de la Ley Antitabaco, la constante subida del precio y la crisis están detrás del descalabro de las ventas. En 2005, los estancos de la provincia vendieron 33,7 millones de cajetillas de cigarrillos, con un importe de 75 millones de euros. Siete años después, en 2012, hubo un descenso de 13 millones de unidades, aunque la recaudación aumentó hasta los 84 millones d euros.
Detrás de toda subida de los tributos del tabaco está la doble moral del Gobierno, que por un lado recauda más pero también menciona que busca desincentivar su consumo por ser nocivo para la salud.
El presidente de la asociación de estanqueros, reconoce que el tabaco se ha convertido en un «artículo de lujo», asevera. Ante este panorama, Carlos Pérez -con estanco en la avenida del Cid- desconoce si habrá interesados en pujar en la subasta de nuevas licencias que previsiblemente se abrirá en otoño próximo. «Algunas personas se han metido en un traspaso pensando que iban a obtener beneficios y están con el agua al cuello», afirma.
Domingo Cámara, del estanco de la calle Nuestra Señora de Belén, advierte de la reducción de máquinas expendedoras de tabaco en los establecimientos de hostelería. Manifiesta que estos dispositivos no son rentables para bares y restaurantes porque los márgenes son escasos y, en ocasiones, no consiguen amortizar el coste o el alquiler de las máquinas, además de las licencias y las inspecciones. Y todo, recuerda, porque los 15 céntimos por cajetilla de recargo no compensan al no variar esa cantidad. «Es el mismo incremento que cuando aún había pesetas y la cajetilla costaba 200 pesetas», precisa. Está previsto que el Ministerio aumente ese margen, pero aún no hay fecha.
En el caso de este estanquero, ha pasado de tener a 80 clientes en zona a 60 en dos años, por lo que ha habido una veintena de bares que ya no vende tabaco. Cámara lamenta que las autoridades no permitan la venta de otro tipo de productos en los estancos para compensar las bajadas del consumo de las cajetillas.