Familias de menores transexuales dan información en el cívico de Capiscol

Angélica González / Burgos
-

La asociación Chrysallis Castilla y León, que acaba de ponerse en marcha, defiende y reivindica los derechos de este colectivo, asesora a las personas interesadas y promueve la visibilización de una realidad no muy conocida

 
La asociación Chrysallis de Familias de Menores Transexuales calcula que en Castilla y León hay alrededor de 330 niñas, niños y adolescentes entre 3 y 17 años (uno por cada mil, lo que en la provincia de Burgos daría una cifra aproximada de unos 50) que no se sienten identificados con el sexo que se les asignó al nacer. Este colectivo, que define la transexualidad como la situación que se produce por la diferencia entre el sexo asignado a la persona al nacer y la identidad sexual que ésta siente y manifiesta,  se creó en el año 2013 con la intención de ayudar a las familias para apoyarse en la crianza, visibilizar esta realidad y defender los derechos de sus criaturas.  
Chrysallis Castilla y León ha surgido un tiempo después; de hecho, se acaba de constituir con estos mismos objetivos y a partir del miércoles 2 de diciembre habilita un punto de encuentro en el centro cívico de Capiscol donde informará a las personas interesadas todos los primeros miércoles de cada mes entre las 18 y las 20 horas. «Queremos que este espacio sea un lugar donde dar a conocer esta realidad de diversidad humana que es la transexualidad, compartir experiencias y vivencias, orientar a otras familias y a los profesionales que nos soliciten información sobre esta circunstancia tan desconocida y, en definitiva, facilitar la vida de estos niños y niñas», explica el burgalés Eduardo Gómez, presidente de la entidad en la región y padre de una niña transexual.
Desde Chrysallis se explica que es alrededor de los dos años cuando los seres humanos comienzan a ser conscientes de su identidad sexual y cuando las criaturas transexuales «comienzan a mostrar de forma espontánea su disconformidad con el sexo asignado al nacer».  La asociación recomienda dejarles que se expresen libremente: «Nuestra tarea como adultos es escuchar y observar, prestar atención a las señales -verbales o de otro tipo- sin mostrar rechazo ni juzgar y evitar corregir sus comportamientos, gustos o aficiones. También es importante que no miremos hacia otro lado y que comprendamos que las niñas y niños saben bien quiénes son y qué sienten y que tratarles de forma opuesta a cómo se sienten puede traer mucha frustración y sufrimiento», añade Gómez. 
Hay algunos signos que pueden poner a los padres sobre la pista, siempre teniendo en cuenta, según Eduardo Gómez, que todo el mundo es distinto y que no hay dos maneras iguales de vivir y mostrar la propia identidad: Niños que se colocan pañuelos en la cabeza a modo de melena, se visten constantemente con ropa femenina o se disfrazan de princesas o hadas y a menudo muestran gran admiración por las sirenas; niñas que se resisten a que se las vista con faldas o vestidos y que son incapaces de llevar cualquier accesorio femenino o niños y niñas que se identifican con nombres del sexo opuesto al asignado y que piden que les llamen de ese modo. 
Chrysallis quiere ofrecer herramientas para que las familias puedan gestionar la realidad de sus hijos, desde la defensa de los derechos e intereses de los menores transexuales en todos los ámbitos, incluidos el administrativo y el judicial, hasta la visibilización, la difusión de sus derechos y reivindicaciones educativas, sanitarias, sociales, culturales o deportivas. Se preocupa, además, por la promoción de la normalización de la transexualidad y su despatologización, por la formación de profesionales que están llamados a intervenir en relación con los menores y por la colaboración en la realización de estudios e investigaciones de interés para este colectivo.