Las ampollas del asfalto

P.C.P. / Burgos
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Enrique Sainz corrió la San Silvestre descalzo y en pañales • Muchos se reían pero él solo pensaba en su amigo Esteban Ibáñez, fallecido en un accidente en Regumiel • Reivindica así justicia y más seguridad en las carreteras

Enrique corrió la San Silvestre en pañales y descalzo (imagen de la derecha) y sus pies quedaron destrozados, como se ve en la fotografía de la izquierda. - Foto: DB

Ni el frío ni la quemazón de la piel. Nada comparable al dolor de haberle perdido. El asfalto se lo llevó y al asfalto quiso volver para dar su último adiós a Esteban. Necesitaba sufrir y a la vez llamar la atención sobre la falta de seguridad en las carreteras, exigir justicia y sacar fuera la rabia de no entender el cómo ni el por qué. 
Enrique Sainz Chicote es el atleta que corrió la San Silvestre de Burgos descalzo y caracterizado como el Niño Jesús, con solo un pañal y una corona dorada. Fueron miles los que le vieron completar de esa guisa los 5.400 metros de la carrera pero muy pocos los que entendieron su motivación y recibieron el mensaje. 
Esteban Ibáñez pereció el 28 de noviembre en la carretera CL-117, cuando regresaba a su casa en Regumiel. Se cruzó con un camión cargado de madera al que la carga se le desplazó. Parte de los troncos cayeron sobre su todoterreno y le atraparon dentro. La noticia cayó como un mazazo en la Sierra de la Demanda y destrozó a su cuadrillla. «Era un buen amigo y muy buena gente. Si prometía algo nunca faltaba a su palabra, valía más que un contrato», subraya Enrique.  
Entre las horas que dedicaba Esteban a sacar adelante sus negocios y el traslado laboral de Enrique, ingeniero de obras públicas, de Burgos a Soria; apenas se habían visto en el último mes. A la semana de su muerte, sintió que «necesitaba hacer algo» y empezó a entrenar descalzo y de noche por la capital del Duero. Ya entonces se burlaban de él, y más que lo hicieron durante la San Silvestre, pero él vivió y corrió ajeno a todos. «Yo no pensaba en otra cosa que en mi amigo», afirma. Atleta y futbolista, terminó el recorrido en 21’20. Podía haber quedado entre los 100 primeros pero se paró unos 30 segundos a «dar un beso» a su mujer y a sus hijos. Ni siquiera ellos sabían qué iba a hacer.
Aún tiene «los pies reventados, llenos de ampollas»  y los huesos y gemelos doloridos. Pero ha merecido la pena. La madre y la hermana de Esteban ya le han dado las gracias. Enrique insiste en pedir justicia. «Él iba bien con su coche. Y tenía dos hijos, mujer y era muy joven», 36 años. Un camión de madera, de los muchos que cruzan a diario por la sierra, truncó su destino. Con mayor vigilancia sobre las cargas y prudencia de todos los conductores, no solo de los transportistas, las ampollas que levanta el asfalto se curarían.