Bitcoin, ¿el futuro del dinero?

Álex Pazos
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Esta divisa opera sin una autoridad central o bancos, por eso la gestión de las transacciones y la emisión de esta moneda digital es llevada a cabo por las personas que forman parte de la red

Bitcoin, ¿el futuro del dinero?

 
Mucha gente ha oído hablar de ella, pero la mayoría desconoce su origen o importancia. Bitcoin es la primera moneda digital descentralizada, es decir, no depende de ningún Gobierno ni banco central. 
Imagínense que alguien les debe dinero y que les propone pagárselo con billetes del Monopoly, ¿aceptarían? La respuesta sería no. Pero ¿y si estuvieran totalmente seguros de que podrían pagar con esos billetes en un supermercado, en una tienda de ropa, en una gasolinera o en un restaurante? Entonces seguro que la reacción sería distinta y muchos dirían sí. La gente acepta euros porque otras personas se los admitirán, y este principio es el mismo que se le aplica al Bitcoin (BTC) o a cualquier otra forma de pago, en la medida en la que ese medio permita que se desarrollen transacciones económicas. 
Actualmente, el dinero ya no tiene respaldo en ningún bien material como el oro, por tanto, el valor que tiene proviene solo de la confianza que depositan otras personas. Esto es lo que se conoce como dinero fiduciario. A diferencia de los billetes de curso legal o de los del Monopoly, cuya oferta puede expandirse casi sin control, esto es, tanto unos como otros pueden imprimirse para generar más, Bitcoin utiliza un algoritmo que limita la cantidad de bitcoins que se podrán producir, fijado en 21 millones, siendo  un recurso limitado. El algoritmo genera de forma continua, pero cada vez a un ritmo menor, una cierta cantidad de monedas que pone a disposición de los ciudadanos, quienes pueden minar la red para encontrarlas, de la misma manera que se puede buscar oro en una mina de este metal. Por tanto, Bitcoin pretende ser un mecanismo a través del cual personas que confían en dicho metal  lleven a cabo transacciones económicas. Precisamente, las grandes oscilaciones en cuanto a su valor en relación a monedas como el dólar o el euro se deben a que todavía no genera una confianza  permanente. Su precio refleja así el valor de mercado, el nivel de credulidad  de cada momento, determinado por número de personas que están interesadas en utilizarlas. Si hoy hay muchos que quieran comprarlas o que hagan transacciones con ellas, su valor sube. Del mismo modo, si mañana no hay movimientos con esta divisa, su valor baja. Las monedas de curso legal también varían su valor en relación a otras, pero los cambios no son tan significativos porque siempre hay transacciones con ellas. Esto hace que intentar comprar dólares esperando que suban con respecto a otra moneda es una conducta de, en principio, no des excesivo riesgo, pero tampoco de mucho beneficio potencial. Bitcoin sigue la misma lógica, pero en sentido contrario: supone demasiado peligro, pero también mucho potencial de beneficio. De ahí que haya personas que utilicen bitcoins como un medio de inversión y no como una forma de pago, lo cual ha conducido a que algunos países no la consideren una moneda, sino una mercancía (commodity).
 
PROBLEMAS. Los principales problemas de Bitcoin son dos: el de la confianza, porque la gente confía más en un dinero impreso que en uno generado mediante algoritmos y vinculado a un disco duro. Mientras que la segunda incógnita es las reticencias de la gente ante un mecanismo que hace que las transacciones sean anónimas, porque puede favorecer el mercado negro y el blanqueo de capitales. 
Resulta curioso cómo crecen las demandas de una mayor privacidad en la red y, sin embargo, un sistema que permite el anonimato despierta tantas dudas.