H ablar de la historia de Miranda es hablar inevitablemente de locomotoras, talleres y viajeros. Desde que el primer tren salió de la estación allá por 1862, la localidad se ha desarrollado y ha crecido a la sombra del ferrocarril. Este año, en el que celebra los 150 años de la salida del primer convoy de la ciudad, la Agrupación Mirandesa de las Artes ha querido colaborar y ofrecer su particular visión del mundo del tren en la ciudad. Y lo ha hecho organizando una exposición con medio centenar de pinturas y esculturas. Trabajos a los que nos acercamos y que los mirandeses ya solo podrán ver hasta mañana domingo, tras dos semanas de exposición.
Quince artistas de la ciudad se han volcado con esta exposición conmemorativa. Cada uno tiene su técnica, su estilo y su particular visión del ferrocarril. Así, por ejemplo, encontramos desde las acuarelas que Esther Latorre ha utilizado para inmortalizar tres locomotoras, a las obras naif de Cristina Dulanto o el espectacular cuadro que José Luis García Pascual ha preparado expresamente para la muestra.
Porque si bien la mayoría de los artistas han echado mano de su colección para dar sentido a esta muestra, los que no tenían nada que pudiera encajar con el perfil ferroviario de la exposición no han dudado en ponerse manos a la obra para dar vida a un cuadro o a una escultura. Es lo que ha hecho, por ejemplo, Julio Carazo que hace unos días instaló en los jardines de entrada a la Casa de Cultura dos esculturas vinculadas al mundo ferroviario y que tendrán carácter provisional. También Diego García se ha puesto manos a la obra para tener listas unas originales pinturas sobre la estación mirandesa y el paso de un Alvia, mientras que Javier Mayordomo ha decidido dar un toque divertido a la muestra utilizando materiales reciclados. La puerta de un frigorífico se convierte de esta manera en un soporte perfecto para pintar un depósito de una locomotora, y el cabezal de una cama se convierte en la estación del ferrocarril.
A sus 61 años reconoce que le sirve prácticamente «todo» para crear arte, y es el propio material el que «me da una idea de lo que se puede hacer con él». Y por eso, en la mampara de una ducha «vi que podía pintar un señor que se dedica a abrir puertas, un revisor de época, por ejemplo». Pese a que reconoce que son obras rápidas y que las termina en muy poco tiempo, ésta por ejemplo tiene su dificultad técnica ya que «se pintan por detrás, para verse por delante y no se puede rectificar como en óleo sobre lienzo», destaca. Lo primero que has pintado es lo que queda. «Me gusta disfrutar con lo que tengo a mano, los materiales cotidianos que tenemos y que no sabemos aprovechar», añade.
préstamos. No ha sido el único artista que se ha atrevido a reciclar. También José María Riofrancos ha utilizado como base un viejo televisor para retrotraernos al año 1900, cuando los carruajes poblaban los exteriores de la estación de ferrocarril. Junto a él, otros pintores como Noemí Navas, Valen Merino, Inés Pradilla y Milagros Latatu también han presentado obras vinculadas al mundo del tren, mientras que en el caso de los fallecidos Félix Ladrero y José Manuel Fuentes, sus familiares también han querido colaborar prestando algunas obras.
La exposición se completa con una muestra plana del antiguo edificio de viajeros, obra de Carlos Gadea, especialista en marquetería y varias esculturas que el artista Eugenio Cabello ha realizado con las arandelas de freno de los trenes.
La Agrupación Mirandesa de las Artes reconoce que pese a que la participación de los artistas mirandeses no ha sido multitudinaria, los que han colaborado lo han hecho «con muchas ganas». «La gente tiene ganas de exponer y de expresar lo que tiene, que se vea su obra», destaca Víctor Garachana. Más ahora que la ciudad ha perdido dos salas de exposiciones [las de la las cajas de ahorros] «y por eso se coge con más ilusión y la gente se anima a trabajar un poco».