Desde que la historia de cómo Apple nació en un garaje se hizo planetaria, los encuentros de jóvenes con vocación científica en competencia por dar con un mecanismo, sistema o ingenio que pueda volver a cambiar el mundo son un asunto serio. Pero, ojo; aquí la seriedad no entra en fricción con el aspecto lúdico de la ciencia que tanto le ha dado a la especie.
Así que vaya usted a saber si dentro de 10 o 15 años no hay que rebuscar en el archivo gráfico a algún estudiante de los muchos que andaban ayer en las dependencias de la Politécnica enredados en la competición First Lego League. Tiene su aquel, no crean. La cosa va a de que hay una fundación norteamericana que patrocina toda iniciativa de inspiración tecnológica entre la masa gris que aún no ha accedido a dependencias universitarias.
El objetivo es reunir en Silicon Valley a los mejores del globo, pero para eso hay que seleccionarlos. Pues bien, el primer escalón se sube en las provincias. 25 grupos (14 con alumnos de hasta 16 años y 11 con chicos de entre seis y nueve) se midieron ayer en la final regional del certamen (había otra en León) para buscarse un hueco en la finalísima nacional de Tarragona (16 y 17 de marzo). Por cierto que Burgos aspira a acoger este evento en 2014...
Pero a California hay que llegar con algo y por algo. El ‘con’, de ahí el nombre, es un ingenio robótico articulado sobre piezas del fabricante de mecanos Lego. Y el ‘algo’ es que el equipo haya dado con un instrumento útil para ayudar a personas con discapacidad (temática de este año) o que sea verdaderamente extraordinario en sus aplicaciones (temática abierta).
Conviene saber, como destacan Álvaro Herrero (profesor de la UBU y director del evento) y Raúl del Barrio (profesor asociado y codirector), que el proyecto ganador «puede llegar a ser una patente mundial, como ya ocurrió dos años atrás gracias al diseño de una mano» robótica capaz de suplir la existencia de una real.
Con la finalidad de elegir al mejor, los proyectos fueron puestos ayer en acción y mostrados en el salón de actos a través de pantallas. Por allí se vio al rector, Alfonso Murillo, que tenía la cara de un catedrático de Derecho Romano en un encuentro de robótica pero que no ocultó su satisfacción por ver «cómo los chicos, entrenadores y padres se involucran en esto, trabajan en grupo y le ponen imaginación e innovación». A más, se alegró de ser anfitrión del evento porque los chavales «ven que la Universidad no es un ente extraño al que un día llegarán, sino un lugar por el que se pueden mover con tranquilidad».
La cita también atrajo al director general de Universidades de la Junta de Castilla y León, Ángel de los Ríos, para quien la iniciativa (compartida de la UBU y el Center for Innovation and Talent Developmen, creado por los profesores Herrero y Del Barrio) es una apertura de puertas de las universidades públicas hacia sus futuros moradores. «Aquí dispondrán de los mejores recursos que podamos poner en las condiciones actuales; dentro de lo que hay hacemos el mayor esfuerzo para ellos», dijo.
Hasta una veintena de directivos de industrias, presidentes de colectivos y profesores (todos bajo la lupa del vicerrector de Investigación, Jordi Rovira) ejercieron de árbitros en el fallo final. En la categoría de hasta 16 años el triunfo fue para el equipo Robomarqués, del IES Marqués de Lozoya de Cuéllar (Segovia). Para ellos un billete a Tarragona, y (quizás) un pasaporte a San Francisco. En la de hasta nueve años ganaron todos porque se trata de hacer cantera, no de competir.