Tienen ideas y cientos de proyectos, pero pasar del papel a la acción cuesta dinero. La Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (Afar) pretende ofrecer sus servicios al resto de municipios de la Ribera, aunque en solitario no podrán hacerlo.
Con una furgoneta adaptada y una subvención que cubra el coste de la gasolina, su iniciativa podría hacerse realidad. Por ese motivo, piden la colaboración de la Junta para que nadie vea mermada su calidad de vida por vivir fuera de Aranda.
«Es una zona con núcleos de población muy pequeños y queremos acercarnos a ellos. Somos su única opción», explica Laura Domingo, trabajadora social de Afar. «Están muy dejados a todos los niveles y tenemos que darles servicios», añade Ana Andrés, presidenta de la entidad y cuidadora desde hace 14 años.
Cuentan que muchas personas han tenido que renunciar a las terapias por el coste del transporte. «Por muchas cuentas que hagamos siempre sale más caro desplazarse que los propios talleres», se lamenta Domingo.
El Gobierno regional contesta con evasivas, pues explica que dicha ayuda ya se realiza directamente en beneficio de los usuarios a través de la Ley de Dependencia. El delegado territorial de la Junta, Baudilio Fernández, recuerda que «las aportaciones económicas se entregan a los usuarios para costear los servicios que necesitan». En cambio, sí muestra su predisposición para asesorar a la asociación en la elaboración de los presupuestos de los desplazamientos.
Como siempre tienen un plan alternativo, Domingo propone llevar las actividades a los pueblos, aunque para ello también necesitarían el apoyo de los ayuntamientos. Actualmente ya están en contacto con el alcalde de Sotillo, donde tratarán de poner en marcha una experiencia piloto. «El objetivo es que al menos podamos hacer un mínimo seguimiento de los casos y darles unas pautas o recomendarles programas como la ayuda a domicilio».
En este sentido, asegura que «sería ideal el contacto con los médicos», pues cree que les facilitaría mucho el trabajo. La ayuda sería mutua y permitiría superar los tabúes que, dice, «aún existen en los pueblos acerca del alzheimer».
Además, Andrés considera que de esta forma podría mejorar su relación con las personas enfermas. «Muchas veces les preguntan cómo están o qué les pasa directamente a ellos y nos echan la bronca si contestamos en su lugar, pero deben entender que ellos no pueden hacerlo».
Conscientes de que los Servicios Sociales se encuentran desbordados, no tratan de buscar culpables sino de «aunar fuerzas». Pero recuerdan que el trabajo que realizan quita una gran carga a la Administración, por lo que lamentan tener que «mendigar».
Otra de sus necesidades pasa por unir en un mismo edificio todas las unidades de las que se compone la asociación y que actualmente están desperdigadas por la ciudad: la Unidad de Memoria en el centro intergeneracional y el centro de día en el edificio de las Francesas. Sin embargo, el delegado territorial solo se comprometió a aportar entre 1.000 y 2.000 euros para realizar un lavado de cara las instalaciones.
«Creo que es lo mínimo que se merecen», comenta Andrés, que subraya la importancia de «respetar» a los usuarios y mantener su autonomía el máximo tiempo posible. Una de las máximas de Afar junto a la atención a los familiares, para cuya estabilidad les gustaría disponer de plazas residenciales para crear un programa de respiro familiar. «Con cinco o siete sería suficiente», dicen.