El pasado 2 de marzo, en los campos del Sedano, tras un partido de categoría benjamín (Burgos B-G. Antolín), es decir, entre niños de 8 y 9 años, se produjo una pelea entre el padre de un jugador y uno de los entrenadores. Los hechos acabaron con dos partes médicos de Urgencias y una denuncia ante la Policía. Da igual quién empezó la pelea, quién provocó durante el partido y quién golpeó primero. El hecho es que unos críos de ocho años presenciaron como dos adultos se pegaban en un partido de benjamines. 14 días después, en León, un padre agredía salvajemente a un joven árbitro de 16 años. Y hace unos meses, en Pallafría, y según denunció en Diario de Burgos, un padre cuenta como asistió con su hijo de 10 años «a una pelea vergonzosa entre padres y entrenadores de dos equipos alevines, con puñetazos, patadas y gente por el suelo».
Son tres ejemplos de una situación que no es, desde luego, habitual pero sí digna de ser denunciada por las repercusiones que puede tener sobre los propios niños. En todos los casos están involucrados padres de jugadores, que son los señalados por los propios coordinadores de los clubes, que ya no saben que decirles para que mantengan actitudes de respeto por el contrario y por los árbitros. Algunos de ellos, como Iván García, del Burgos CF, se pregunta si no sería mejor jugar los partidos de estas categorías sin la presencia de los padres. Ese mismo planteamiento se llegó a hacer un veterano del fútbol formativo como es Pepe Manzanedo.
Desde la Federación insisten en que son hechos aislados, y así lo confirma también el responsable policial en Burgos. Hablan de 80 y 90 partidos cada fin de semana, con un índice de incidencias muy bajo y con problemas puntuales, eso sí, protagonizados en la mayoría de los casos por los padres.
Una vuelta por los campos de Pallafría, por ejemplo, y un partido al azar bastan para comprobar la actitud de algunos desde la banda, con continuos gritos a unos niños de 8 años y consignas de son, en todo caso, función del entrenador. «Hay algunos que creen que su hijo es o va a ser Messi o Ronaldo y que ellos son los entrenadores», resume Iván García, que califica como «vergonzoso» el comportamiento de algunos.
Entrenadores, directivos y federativos explican que antes de comenzar el campeonato hay reuniones entre todas las partes implicadas para marcar unas pautas de comportamiento en los partidos. Sobre todo se les pide respeto tanto con los rivales como con los árbitros y se les recuerda que los niños están allí para divertirse «y no para jugarse la vida».
Los clubes, por contra, también deben luchar por los incidentes que generan sus propios entrenadores y delegados. Solo hace falta echar un vistazo a las sanciones para comprobar castigos de dos y tres meses a delegados de equipos alevines o infantiles por insultar a los unos colegiados que están en plena formación y, con apenas 16 o 17 años, comienzan en el mundo del arbitraje.
Por supuesto Burgos o León son dos ejemplos más de una problemática que se extiende por el resto de España. Los graves incidentes en León han generado un montón de noticias al respecto y ejemplos de sucesos en otras provincias. Por ejemplo, la Federación Murciana, según publica El Confidencial, realizó un estudio que reflejó que los padres son los culpables en el 80 por ciento de los casos de violencia en partidos de categorías inferiores. En Andalucía se puso en marcha una iniciativa llamada ‘Escuela de Padres’, donde se daban charlas para intentar formar a los progenitores de jóvenes futbolistas, las mismas charlas que los coordinadores en Burgos buscan acabar con esta lacra.