Antonio Pérez Henares: «No perdono a toda esa gente que hace del odio su bandera»

Santi Ibáñez (SPC)
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Este viajero incansable, autor de más de una treintena de títulos, regresa a las librerías abordando una época histórica reciente presidida por el miedo.

Antonio Pérez Henares: «No perdono a toda esa gente que hace del odio su bandera»

 

 
Se siente apegado a su tierra, Bujalaro (Guadalajara), «no como si fuera su dueño», subraya, sino «como su hijo», matiza, y vuelve de manera continua a ella, porque «es lo que me da fuerzas». Aunque no suele contarlo, porque lo ha llevado con discreción, estuvo una larga temporada amenazado por ETA y, al recordarlo, cambia el tono de su voz, como si hablara muy quedo consigo mismo, al afirmar que «no perdono a toda esa gente que ha hecho del odio su bandera». Antonio Pérez Henares (1953) acaba de publicar Yo, que sí corrí delante los grises (Editorial Almuzara), dedicado a los que vivieron el momento más importante de la Historia reciente del país.
 
¿Qué le ha impulsado a publicar esta especie de memoria emocional sobre una época en España donde el miedo y el idealismo caminaban juntos?
Surgió mientras escribía un libro sobre un momento trágico de la transición, como fue el asesinato de los abogados de Atocha, pero empezaron a fluir hechos cuyos valores se han ido perdiendo, y pensé que podían ser de interés actualmente. 
 
 Para enfrentarse a la Policía, además de unas piernas fuertes y ágiles, ¿qué había que tener?
Tratábamos de vencer el miedo, porque no nos considerábamos héroes de nada, y salíamos a las calles unidos por las ansias que teníamos de libertad.
 
¿Cuántos personajes públicos, que no movieron un pie entonces, han hecho suya la lucha de tantos ciudadanos anónimos contra el franquismo?
Eso es algo que me ha reconcomido y es una de las razones de este libro. El pasado de cada cual no soy yo quién para juzgarlo, pero la usurpación de algo que no les ha correspondido, me parece una indecencia. 
 
¿Cómo debería ser la sociedad que usted soñaba cuando, con apenas 17 años, militaba en el clandestino PCE?
Soñaba con la igualdad y la Justicia. Luego, conocí los países del este y comprobé que aquel paraíso no era tal. Aspirábamos al reparto de la riqueza, a la equidad, a la justicia social, pero a través de la democracia, sin imposiciones. 
 
 Miles de aquellos estudiantes y asalariados, que tanto se exponían, se preguntan ante la realidad actual, ¿para qué tantos golpes recibidos? 
Es cierto que se aprecia cierta amargura, pero debemos reconocer que hemos conseguido avances muy serios. El espíritu de la transición yo lo reivindico más que nunca, porque había un elemento de generosidad y de pensamiento en su conjunto.
 
El fatalismo y el malestar general que se respira, ¿en qué puede desembocar?
Puede acabar en una especie de nihilismo destructivo y, si sucediera, apañados estaríamos.
 
Hace unos días, el presidente del Consejo Económico y Social, Marcos Peña, auguraba que la salida de la crisis durará, como poco, 15 años. ¿A quién tendremos que encomendarnos?
Desde luego, no a Marcos Peña. Soy moderadamente optimista y espero, más que creo, que saldremos adelante.
 
¿De qué forma influyó en su crecimiento personal su paso por Diario Pueblo?
Para mí fue como la entrada al periodismo con mayúsculas. En el rebaño de la redacción dirigida por Emilio Romero había ovejas de todos los colores, desde militantes del PCE hasta gente de la extrema derecha. Hice amigos estupendos, que lo siguen siendo, como Raúl del Pozo. 
 
Usted vivió desde la tribuna de prensa del Congreso el intento del golpe de Estado del 23-F. ¿Tuvo luego muchas pesadillas?
 No, pero sí me pregunté cuántos de los manifestantes del día 27 lo hubieran aplaudido de haber triunfado. 
 
 Si tuviera que elegir a tres políticos de la transición...
Me quedaría con Adolfo Suárez, que tuvo una impronta esencial; con Santiago Carrillo, absolutamente clave, solo en ese momento, y con Alfonso Guerra que, aunque hizo polvo al PCE, reconozco su gran inteligencia. 
 
Y a otros tres de hoy… 
Elijo la voz fresca de Albert Rivera; a Rajoy, que es de lo poco prudente que hay en medio de la insensatez de su grupo y fuera de él, y la tercera… no lo sé. Tendría que pensarlo. 
 
¿Serán capaces los líderes de los partidos de conseguir que los ciudadanos vuelvan a confiar en ellos como entonces? 
Cuando exigen a los españoles que se corten un brazo por la crisis y ellos son incapaces de perder un dedo, ¿qué van a pensar los ciudadanos? 
 
En su libro afirma que, en su juventud, con el desamor se le quitaban las ganas de escribir. Sigue pasándole hoy lo mismo o la experiencia le ha enseñado que el amor es solo cuestión de poco tiempo….
Ese proceso de enajenación mental transitoria ya no preside mi vida cotidiana. Son otros los impulsos que me hacen escribir hoy poesía y literatura.
 
El 15 de junio de 1977, ¿recuerda cómo lo vivió?
Durante el día fue una fiesta en Guadalajara, pero la noche resultó de una tristeza total, porque nos sentimos injustamente tratados por la sociedad. Bajé la Calle Mayor y pasé por la sede de UCD, para dar un gran abrazo a Luis de Grandes Pascual y me fui a ahogar mis penas en alcohol a la orilla del río Henares. 
 
¿Cómo festejaron en el PCE el regreso del exilio de La Pasionaria el 13 de mayo de ese año?
Para nosotros era una figura absolutamente mítica. El acto más emotivo que recuerdo fue cuando en Mundo Obrero le dedicamos un especial, con una flor morada, coincidiendo con su 90 cumpleaños. Le gustaba cantar y nos interpretó Joven guardia. 
 
¿Qué imagen guarda de Dolores Ibárruri en su retina? 
Muy cercana, muy de abuela. Cuando quería ir particularmente arreglada, se ponía unos pendientes de perla, la única joya que tenía. Se me ha quedado grabada la voz increíble que seguía teniendo a los 90 años.
 
Como colaborador en distintos programas de televisión, ¿no siente vergüenza ajena de las intervenciones políticas de algunos de sus compañeros al tratar temas muy delicados con una frivolidad hiriente?
Sí, porque el pelaje de su nivel es atroz, inferior, a veces, al de cualquier riña tabernaria. Los medios de comunicación opinamos a menudo de lo que no conocemos, y no quiero dar la impresión de intentar salvarme. 
 
¿Ha tenido tentaciones de sumarse a las protestas del 15-M?
Fui testigo de algunas asambleas en Sol, pero después la vanidad del movimiento derivó hacia posiciones que me alejaron. 
 
¿Qué opina del escrache?
La palabra argentina camufla un hecho repulsivo, que en castellano se traduce en intimidación, acoso, insulto y amenaza. 
 
Su libro, en el que refleja el esfuerzo de tantos españoles para cambiar el rumbo de España, ¿a quién está dirigido?
De una forma especial, a los que nos tocó vivir la misma época y que hicimos un esfuerzo colectivo para construir la Constitución de todos, pero mi deseo es que se lea en clave actual.