El párroco de Olmedo de Camaces, Francisco de Dios Manchado, ha decidido donar un castillo del siglo XIII de su propiedad al pueblo de San Felices de los Gallegos (Salamanca), para cumplir así con el deseo de su padre de que su esfuerzo por adquirirlo para evitar su desmantelamiento «sirviera para algo».
De Dios aseguró que desde que era pequeño escuchó esas palabras y le quedaron «grabadas» en la mente, ya que su padre tan solo era «un humilde labrador», que veía como poco a poco comenzaba a destruirse una fortificación que formaba parte de la historia de este municipio. Ante las tropelías que se estaban cometiendo tras el abandono de sus anteriores propietarios, los Duques de Alba, con el robo de las piedras que estaban dejando al castillo sin apenas estructura, este hombre en 1924 decidió adquirirlo para su preservación, por ser el «símbolo» de San Felices de los Gallegos.
Ni siquiera tenía dinero, por lo que pidió un préstamo a un hermano suyo dominico que vivía en Puerto Rico y al que contó lo «desesperado de la situación». El párroco tenía por aquel entonces dos años y esta hazaña siempre ha estado muy presente en su vida, así como recordó que su padre había confiado en él para que continuara con su legado.
Rechazó ofertas. Además, el parroco explicó que el celo con el que protegía esta propiedad para que se mantuviera impertérrita, le llevó a rechazar una oferta de unos compradores norteamericanos que en el 1954 le ofrecieron 14 millones de las antiguas pesetas, al no poderle asegurar que lo restaurarían. De hecho, el padre les dijo que se lo vendía por la mitad, si ellos se comprometían a restaurarlo, pero no lo iban a hacer, así que no cerró el trato, a pesar de que en aquellos tiempos suponía «un dineral que nunca antes habían visto junto».
Desde siempre, su padre le trasmitió la importancia de conservar y proteger esta emblemática construcción, cuyas obras se iniciaron con el reinado de Dionisio I de Portugal, en 1260, cuando este municipio formaba parte de tierras lusas.
El cura confesó que ahora tenía la oportunidad de «devolver» a este pueblo todo el «cariño» que le ha dado, ya que aseguró que se ha sentido «muy querido» por sus gentes y esta es una forma también de mostrarles su respeto y agradecimiento.
Ahora, con 91 años, resaltó que ya ha dejado fijado en el testamento su intención de que la propiedad pase a manos del pueblo cuando fallezca, para que sigan disfrutando de su uso y que continúe convirtiéndose en un referente del turismo. Sin embargo, este era un secreto que tan solo había contado al alcalde, Jesús Bernardo, pero que ante tan altruista acto, no pudo por menos de anunciarlo durante la celebración de sus fiestas más populares, El Noveno. De Dios confesó que ese día todo el pueblo se volcó en trasmitirle su agradecimiento y no dejó de recibir «besos y abrazos», por lo que sintió que había hecho lo que tenía que hacer.