El misterio de la lápida del alemán

R. Pérez Barredo / Burgos
-

En el jardín del Hospital Militar languidece una estela escrita en germano • Es el homenaje a Fritz Goetze, piloto de la Legión Cóndor que bombardeó Guernica y falleció de un disparo en otro vuelo en junio de 1937

La estela que recuerda al piloto alemán lleva estampada la Cruz de Hierro. - Foto: Luis López Araico

Exhibe estos días el jardín toda la herrumbre del otoño. Graznan los cuervos en los árboles que se desnudan y entre la hojarasca que alfombra el suelo, apenas perceptible, como mimetizada con la hierba y con la lluvia, emerge, tétrica e inquietante, la lápida. Está desgastada por el tiempo y hay que escrutarla de cerca para poder leer lo que en ella se halla inscrito. Además de una labrada Cruz de Hierro, símbolo militar teutón, se lee un nombre, una fecha y una leyenda en alemán. La gente va y viene al centro de salud que ocupa uno de los pabellones del viejo Hospital Militar, ese amplio complejo que conserva un rancio aroma a barracón y que tiene en su centro este jardín umbrío, siniestro y fantasmal cuando se va extinguiendo la luz.Nadie repara en la lápida. Y, si alguien lo hiciera, nada comprendería, a pesar de que lleva allí casi tres cuartos de siglo. La estela funeraria recuerda la memoria de Fritz Goetze, muerto en el centro hospitalario burgalés el 22 de junio de 1937 «por Dios y por España».

 Pero, ¿quién era este hombre y por qué existe un hito en homenaje a su memoria en este escondido rincón de Burgos? Son escasos los rastros que, más allá de esa piedra, pueden encontrarse hoy sobre Fritz Goetze, pero acaso suficientes para reconstruir su historia encajando las piezas esenciales. Goetze fue uno de los integrantes de la llamada Legión Cóndor, el contingente militar con el que la Alemania nazi que ya gobernaba Hitler quiso dar apoyo y cobertura al bando sublevado en España. Una fuerza mayoritariamente aérea que estuvo compuesta por 16.000 hombres y más de medio millar de aviones.

Algunas de sus acciones son bien recordadas y han pasado a la historia por construir mitos como el de Guernica, población vizcaína salvajemente bombardeada en el mes de abril de 1937 que se convirtió, por ser emblema de la más ancestral tradición vasca y por el cuadro que pintó Picasso, en un grito de horror de resonancias internacionales contra el fascismo. Fritz Goetze fue uno de los pilotos del contingente de la Legión Cóndor que tuvo su sede en Burgos durante la Guerra Civil. Y, por ello, uno de los que aquella agitada mañana de mercado participó en el lanzamiento de las 22 toneladas de bombas que destruyeron el 75 por ciento de Guernica y provocaron la muerte de más de un centenar de personas. El piloto germano también tomó parte, en las semanas siguientes, de otras ofensivas en el Frente del Norte, que se prolongó hasta octubre de aquel año de 1937.

Y el hecho de que exista esta lápida con su nombre sólo puede obedecer a una razón, según varios historiadores consultados: que Goetze fue el primer oficial alemán fallecido como consecuencia de su participación en la guerra. De hecho, en el parte de defunción al que ha tenido acceso este periódico se dice que el oficial alemán murió aquel 22 de junio como consecuencia «de un disparo en el cuello durante un vuelo sobre Vizcaya». La importancia que se dio a la muerte del piloto germano no sólo se acredita por el recuerdo que permanece todavía hoy en los jardines del Hospital Militar de Burgos, sino porque no fue hasta dos años más tarde de su desaparición cuando se descubrió la lápida en un acto solemne del que se hicieron eco todos los periódicos de la época, de Diario de Burgos a ABC.

Acto solemne

Fue el 26 de octubre de 1939, medio año después del final de la Guerra Civil. No fue un acto cualquiera; uno más de cuantos, para exaltar glorias militares, se repitieron en aquellos meses. Al descubrimiento de la lápida asistieron todos los jerarcas del régimen que aún permanecían en Burgos más las autoridades locales y provinciales, que quisieron arropar con su presencia a la representación alemana, compuesta por el agregado aéreo de la Embajada germana, comandante Thiele, y el ingeniero de la misma, Ricardo Post.

Por ausencia del general López Pinto, jefe de la División, fue el coronel Noriega el encargado del discurso. «Nos congregamos hoy en este lugar a rendir un tributo al oficial de la Aviación alemana Fritz Goetze, caído en defensa de nuestros ideales, a esa aviación alemana que constituyendo principalmente una unidad como la Legión Cóndor nos ha prestado denodada y voluntariamente desde el primer instante en los momentos más difíciles, su colaboración, luchando a nuestro lado para vencer las resistencias que oponía la revolución marxista. Es gran honra para la nación alemana el encontrar sin medida personas que en forma extraordinaria rebasan lo épico (...) Compatriotas del oficial caído: a todos vosotros queremos, con esta sencilla lápida que hoy descubrimos, rendir el tributo de admiración pos vuestra ayuda y especialmente a ese brillante oficial que cayó en nuestras tierras y que dejará en nosotros un recuerdo imborrable (...)».

Valentía, heroísmo, ejemplo a seguir... El engolado discurso no hizo sino dar relumbre a Goetze. Varios aviones surcaron las inmediaciones del Hospital Militar. Se depositaron junto a la lápida coronas de flores. «Recuerdo imborrable», se dijo en voz alta. No se ha cumplido. La lápida languidece, apenas inteligible, en ese rincón del oscuro jardín. Nadie excepto esa piedra recuerda a Fritz Goetze.