Durante estos días se ha cumplido el bicentenario de una sangrienta acción militar que se desarrolló en pleno centro de Aranda y que sucedió durante los días 15 y 16 de junio de 1812. Tuvo como consecuencia que en los días siguientes cesase la ocupación permanente de la villa de Aranda por parte de las tropas francesas. La capital de la Ribera había sufrido mucho durante los años de la Guerra de la Independencia pero 1812 fue uno de los años más funestos de la contienda. Ya entre los días 26 y 29 de enero se había producido una famosa operación militar que ha pasado a la Historia como ‘el bloqueo de Aranda’. La guarnición francesa que estaba en Aranda había sufrido un bloqueo por parte del conde de Montijo quien, al conocer la llegada de los refuerzos del general Rouet, se retiró y levantó el cerco a la población.
Tras el aludido bloqueo de Aranda de finales de enero, se produce en junio un asalto a la ciudad que trata de jugar con el elemento sorpresa. El general José Joaquín Durán, aprovechando que se ha enterado por confidentes de Aranda que la guarnición de esta ciudad se había reducido únicamente a 700 hombres decide atacar. Durán había protagonizado en esos meses importantes operaciones militares que le habían valido ser ascendido a mariscal de campo en enero. El 18 de marzo había asaltado la ciudad de Soria. Desde esta posición privilegiada planea tomar la ciudad de Aranda, punto estratégico de primer orden por ser paso obligado entre Madrid y la frontera con Francia. Las tropas francesas concentradas en Aranda estaban en los dos edificios más robustos, que se habían ido fortificando durante los años de ocupación: el convento del Sancti Spiritus y el palacio episcopal. El convento de los dominicos se situaba en el Allendeduero, justo enfrente del Hospital de los Santos Reyes. El palacio episcopal estaba en lo que actualmente es la cara Sur de los Jardines de don Diego. Años después, en 1897, se convertiría en el convento de los Misioneros Claretianos. Ambos recintos se habían fortificado de tal manera que parecían inexpugnables, especialmente el Sancti Spiritus. A las dos de la madrugada del 15 de junio de 1812 dio comienzo el ataque. Dirige parte de las operaciones el zaragozano teniente coronel Tabuenca, que actuaba como lugarteniente de Durán, estando al frente del batallón de la Rioja y del batallón ligero de Soria. Éstos escalaron los muros del convento del Sancti Spiritus y, según la estrategia planeada, en el mismo momento en que el coronel Antentas, al mando del batallón de Numantinos, ocupaba el arrabal del Allendeduero. El batallón ligero de Soria se posicionó en el puente sobre el Duero, la Plaza Mayor y la calle Postas, para dividir en dos Aranda e incomunicar los dos núcleos de la guarnición francesa. Para defenderse las tropas napoleónicas incendian el barrio del Allendeduero con lo que los hombres de Antentas se repliegan. En ese momento se están intentando dañar los muros del palacio episcopal con fuego de artillería. Como se ve inviable por el grosor de los mismos se decide excavar una mina. El coronel mayor Annet-Antoine Coulomy, jefe de la guarnición, ordenó que la mitad de los hombres que defendían el palacio fueran para el convento de los dominicos. El coronel francés, con 160 hombres que le quedaban, salió de una manera prácticamente suicida por un camino cubierto que había preparado por la parte posterior del palacio, logrando atravesar el puente del Duero y llegar al convento. Debió de ser en este momento cuando se produjeron más muertos a lo largo de toda la calle Postas y del puente. Durán se dio cuenta de que, una vez perdido el factor sorpresa, el asalto al convento del Sancti Spiritus sería arduo y sangriento, debiendo emplear varios días. El mariscal español, después de destruir el palacio episcopal y otras obras de fortificación de la ciudad se retira de Aranda al día siguiente, 16 de junio, con dirección al Burgo de Osma. Previamente había hecho prisioneros a los pocos soldados que habían quedado en el palacio episcopal. Los franceses tuvieron más de 100 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. Los españoles tuvieron en este asalto un total de 19 muertos y 54 heridos. Tras este primer asalto las tropas de Durán regresan a Aranda unos días después al saber que los últimos soldados franceses han abandonado la ciudad. Éstos sospechan que la huida de Durán se debe a que va a buscar refuerzos y, dada la escasez de medios tras el primer asalto, huyen a Burgos. Aranda volverá a ser ocupada en distintas ocasiones para dar cobertura al abandono de Madrid pero la ocupación ya no tendrá el carácter de estabilidad que había tenido hasta entonces. Se inicia en Aranda un período de un año absolutamente caótico en el que la ciudad es ocupada alternativamente por tropas francesas y españolas para dar cobertura a los distintos itinerarios de las últimas campañas militares. En algunos momentos la villa es una especie de territorio de nadie y el Ayuntamiento trata de administrar esta peculiar situación de la mejor manera posible, muy condicionado por el aislamiento y la falta de información veraz de lo que está sucediendo en el resto de España. El 10 de junio de 1813 el ejército napoleónico abandona definitivamente la villa de Aranda, tras unas semanas de ocupación para dar cobertura a la evacuación de las tropas. Esta jornada fue trágica para la capital de la Ribera ya que fue incendiado todo el barrio del Allendeduero y fueron destruidos por el fuego el convento e iglesia del Sancti Spiritus.