Las gentes de Caleruega realizaron el pasado sábado por la noche por cuarto año consecutivo un ilustrativo viaje de casi ocho siglos hacia atrás en el tiempo para rememorar de manera teatralizada uno de los acontecimientos de mayor trascendencia en la historia de la villa: la visita que el monarca Alfonso X ‘el Sabio’ realizó el 11 de julio de 1270 para ratificar y firmar el privilegio rodado por el que hacía entrega a las Madres Dominicas del monasterio erigido en la localidad para honrar la santificación de Santo Domingo de Guzmán, natural de la localidad y fundador de la Orden de Predicadores, e introducir de su brazo en el cenobio a la primera priora, doña Toda Martínez.
El montaje, en el que participan más de un centenar de personas caracterizadas de época, contó este año con una interesante novedad, que fue la escenificación a cargo de una veintena de actores aficionados del municipio, con el alcalde José Ignacio Delgado a la cabeza, que este año cambió la corona por la mitra y el báculo para meterse en el papel de obispo de Osma, y Alejandro Manguán, metido en la piel del monarca castellano, del encuentro que tuvo lugar cuatro años antes en San Esteban de Gormaz entre el rey y altos cargos de la zona que dio lugar a la creación del Señorío de Caleruega y a la forja del convento real.
Una singular y tensa escena dramatizada con especial protagonismo también del abad de Silos (Jacinto Revilla) y del gran maestre de Uclés (Gildos Bombín) en la que se pusieron de manifiesto las inquinas entre los religiosos de la época y la lucha de interés terrenales, hasta que todos terminaron por ceder sus bienes y derechos en la zona de influencia de cenobio debida y sabiamente compensados por el soberano.
Un diálogo ingenioso y muy bien documentado, escrito por José Ramón Vicario con apoyo del regidor, con algún esporádico guiño cómico y dignamente representado, que evocó con bastante realismo y fidelidad cómo pudo ser aquel determinante cónclave original que tuvo lugar en la Edad Media.
PARÓN TÉCNICO. Después de un parón más largo de lo previsto por problemas técnicos, que rompió algo el ya de por sí lento ritmo de la obra, y tras las danzas medievales que amenizaron al respetable, tuvo lugar la llegada a Caleruega cuatro años después del nutrido séquito real, que este año acortó sustancialmente su recorrido. Una interminable procesión de clérigos, obispos, canónigos, nobles, caballeros, monjes, ricos hombres, sirvientes, labriegos y plebeyos, cerrando la fila el monarca junto a su mujer, doña Violante, y sus hijos. Una vez en las tablas el rey ordenó que el privilegio fuera «acatado y respetado a perpetuidad» y todos los presentes fueron, uno a uno, confirmándolo con toda solemnidad.
El momento más emotivo de la velada volvió a ser un año más cuando Alfonso X ‘El Sabio’ abandonó el escenario y ascendió por la escalera hasta la puerta del monasterio e hizo entrega a las verdaderas monjas dominicas de clausura del privilegio por el que les otorgaba el convento e ingresó de su brazo a la priora al interior.
La jornada festiva arrancó al mediodía con una multitudinaria comida medieval en las calles de la villa. A lo largo de la tarde se sucedieron los juegos medievales, los cuentacuentos y las danzas moriscas de las bailarinas de la Compañía Hanin, que volvieron a demostrar su arte pasada la medianoche arropando el concierto de música medieval que el Grupo Carrión Folk ofreció una edición más en el incomparable marco del claustro románico del convento de las Madres Dominicas, erigido hace ya siete siglos atrás.