Alto ¿quién vive? gritó el centinela. Benito, respondieron los visitantes. Bayona, volvió a gritar el centinela. Así, con el santo y seña, como en la antigüedad, se entró ayer al Castillo, otro de los centros que recibió a cientos de burgaleses y foráneos en una serie de actividades que comenzaron con las visitas al pozo y los 60 metros de galerías subterráneas y finalizó, como en 1812, con la voladura de la fortaleza por el ejército francés, tras el enfrentamiento cuerpo a cuerpo que volvió a recrearse ya entrada la noche.
El Castillo había sido ‘tomado’ desde primeras horas por un centenar de soldados de los ejércitos francés y español, que montaron el campamento y recrearon para los visitantes las actividades que se llevaban a cabo en el mismo: desde cocinar, preparar la logística, limpiar las armas y batallar. Todo ello a cargo de un centenar de ‘actores’ ataviados con uniformes de época y conformados por voluntarios de Madrid, artilleros de Aragón, miembros de Imperial Service y los Hombres del Cura Merino, de Lerma, bajo la organización de la Asociación Amigos del Museo Histórico de Burgos. Todos, por otra parte, protagonizaron un vistoso desfile de tropas desde el Arco de Santa María hasta Capitanía, donde se lanzaron salvas de honor, en el primer lugar para rendir homenaje a los caídos en la batalla por la recuperación del Castillo, y en Capitanía, para reconocer al emblemático edificio como nuevo Museo Militar de Burgos.
De vuelta a la fortaleza, participaron en las visitas guiadas y teatralizadas, dejaron alguna que otra sorpresa a los visitantes que, atónitos, se encontraron en el camino con algún que otro fantasma del pasado, en forma de centinelas aturdidos, soldados muertos o mujerzuelas desesperadas. En fin, para la Noche Blanca, otra forma de conocer el Castillo.