Naturaleza en miniatura

J.M. / Burgos
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La Asociación Cultural Bonsái Burgos exhibe una muestra de su colección en el Museo de Libro y detalla pequeñas nociones sobre el cuidado de estas especies

Los amantes de los bonsáis llevaron a la exposición media docena de ejemplares que se pueden ver también en el museo de Villagonzalo. - Foto: Alberto Rodrigo

Los puso de moda en los años 80 el entonces presidente del Gobierno Felipe González y aunque hace tiempo que se desinfló el boom por los bonsáis, este arte milenario originario de China que la cultura japonesa heredó y elevó a los altares sigue conservando adeptos por todo el mundo. En Burgos, son 200 los simpatizantes y 50 los componentes de la Asociación Cultural Bonsai, que ayer exhibió en el Museo del Libro Fadrique de Basilea una pequeñísima muestra de estos árboles en miniatura.  

El presidente de este colectivo, Roberto García, explica que el objetivo de la muestra, enclavada en la programación de la ‘Navidad Japonesa en el Fadrique’, ha sido el de «divulgar este arte» y dar unas pequeñas nociones sobre cómo se debe cuidar un bonsái. Porque si bien el mantenimiento, una vez que se conocen las técnicas, no es tan laborioso, este enamorado de los bonsáis explicó que hay que saber trabajarlas. Avisó, por aquello de que son unas fechas muy propicias para apañar un compromiso, de que es «un error regalar» una de estas especies. «Es como un perro», comparó para evidenciar que se trata de un ser vivo que necesita sus cuidados.

Este experto recomienda que antes de hacerse con uno de estos árboles es importante aprender a cuidarlos. Hay que saber podarlos, que siempre tengan agua (en función del tipo de árbol) y que cada cuatros aproximadamente se limpien las raíces (quedarse con las más finas para que no se desarrollen en exceso en la maceta). Una tarea que no es sencilla y que se empeñan en enseñar en los cursos que imparten en el museo que tienen en Villagonzalo. Allí tienen expuestos unos 70 bonsáis, que van renovando con los más de un millar que guardan en sus domicilios. La mayoría en el exterior y solo en el interior, en un invernadero frío, los de climas más cálidos.

Roberto García explica que el universo de los bonsáis es igual  de inmenso que la naturaleza y que cada especie de árbol puede moldearse para quedarse en este tamaño tan diminuto. Así, por ejemplo, el ficus retusa que llevaron al Museo del Libro, que podría rondar los 40 centímetros del altura en su hábitat natural (la selva amazónica), puede llegar a medir 50 metros. En la muestra también se pudo ver un pino silvestre, «como los de la Sierra de Neila», un Copal Blanco con sus frutos (del sur de Norteamerica), una picea blanca cónica o un enebro itoigawa.

Quienes se hayan quedado con las ganas, tendrán otra oportunidad en la muestra que se hará a finales de mayo o principios de junio en el Monasterio de San Juan.