Ser feliz en la vida es algo que cualquier individuo ansía. Algunos pensarán que este estado no existe, otros que lo han logrado en ciertas ocasiones y algunos más sentirán cada día el peso de la desdicha... Pero si hay algo común a todos los grupos es que pueden entrenar su mente para que la sonrisa y la sensación de plenitud sea una constante. El psicólogo Rafael Santandreu aporta, con Las gafas de la felicidad,una herramienta con la que cambiar la perspectiva del día a día.
¿Cuál es la vara de medir la felicidad?
Existen tres indicadores que determinan si somos más o menos felices: el sosiego interior, la capacidad para apreciar las pequeñas cosas y la disposición para relacionarse con los demás.
¿Hasta qué punto es posible cambiar la percepción que tenemos del entorno para lograr ser más felices?
Lo que hay que hacer es combatir la necesititis y la terribilitis y esto tiene que ver con el diálogo interno. Nosotros estamos bien o mal en función de lo que nos decimos a nosotros mismos todos los días, sobre todo frente a las adversidades. Las personas que terribilizan son individuos que se dicen a sí mismos que cualquier escollo en el camino es tremendo y que ya no pueden ser felices. Los más fuertes, sin embargo, como mi admirado Stephen Hawking, piensan que nada les puede hacer infelices. Esto forma parte de un diálogo interno al que hay que disciplinarse. Si la madre de la debilidad emocional es la terribilitis, el padre es la necesititis. Es la tendencia a creer que necesitamos muchas cosas para estar bien. Aquí también entra lo inmaterial, como tener pareja, hijos, tener una vida en emocionante, que nos respeten en todo momento... Pero es que lo más importante para la felicidad es tener pocas cosas y aprovechar lo que se posee, sea lo que sea.
¿Y cómo le explica a alguien que se siente desdichado que asuma esto?
Una persona infeliz y que es consciente de ello está muy abierta a un cambio radical porque lo necesita. Lo siguiente es tener una guía y trabajar mucho. Mis pacientes suelen tener una hora y media de deberes todos los días.
¿En qué consiste este entrenamiento mental?
La persona que quiere ese cambio debe revisar qué se ha dicho en los momentos en los que se ha perturbado emocionalmente y cambiar ese diálogo eliminando la terribilitis y la necesititis. Para ello, han de emplear una avalancha de argumentos lógicos que les puedan converncer. Si pones esto en práctica cada día, su discurso irá mejorando.
Pero habrá quien piense que esto de la autoayuda y los libros para ello son una paparrucha.
Y les doy bastante la razón. A mí no me gustan porque el 95 por ciento son muy malos, son solo colecciones de palabras bonitas. Aconsejo buscar libros basados en la terapia cognitiva.
¿En qué se basa ésta?
Epicteto decía en el siglo I que no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede.
¿Por qué argumenta que vivimos de manera antinatural?
Por muchas razones. La sociedad se basa en el lema contra más mejor. Sin embargo, la naturaleza se guía por la homeostasis, es decir, un fenómeno de autorregulación que revela que cierta cantidad es adecuada, pero no demasiada cantidad. Esto se puede aplicar a todo. Querer que todo funcione con perfección es de locos. La sobreabundancia y la sobreexigencia a la que nos sometemos, tanto a nosotros como a nuestro entorno, es antinatural.
Pero socialmente perseguimos que todo sea bonito, que no haya dolor, que tengamos éxito social y laboral... ¿es esto un lastre para nuestra felicidad?
Esta exigencia de la superabundancia continua acabará con el planeta, con psique y con nuestra felicidad. Y esto ya está pasando porque, en la actualidad, el 30 por ciento de las personas sufre estrés o depresión. Personalmente, considero que, como civilización, ya no tenemos salvación. La locura de la multitud es demasiado grande, que ya lo decía Isaac Newton. Eso sí, esto no quiere decir que, individualmente, no podamos ser felices el resto de nuestros días.
¿La educación emocional es hoy más necesaria que nunca?
Efectivamente. Solo así podremos amueblar la mente para ser ajeno a la influencia loca y poder aprovechar los beneficios de la sociedad de la sobreabundancia, pero sin exigirte tanto. Es más, será cuando mejor nos vayan a ir las cosas.