CO2 que se lo trague la tierra

H. Jiménez / Burgos
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El páramo de Hontomín ya vive la construcción de los pozos de almacenamiento subterráneo de dióxido de carbono que aprovecha la especial geología del terreno • Es un proyecto único en toda España

Panorámica del complejo de almacenanamiento de gas que la Fundación Ciudad de la Energía (Ciuden) está construyendo a 30 kilómetros al norte de Burgos. - Foto: Jesús J. Matías

Una roca a 1.600 metros de profundidad, a 27 kilómetros al norte de la ciudad de Burgos, se convertirá en pionera a nivel nacional y una de las tres en toda Europa que sirva para experimentar lo que allí se va a llevar a cabo. El proyecto consiste, básicamente, en inyectar el CO2 en esa roca para librarse de él. Para comprobar si los humanos somos capaces de almacenar, con la ayuda de la tierra, un gas que no es tóxico pero que provoca efecto invernadero y que puede acabar recalentando el planeta, con las graves consecuencias que esto acarrearía.

Los pozos de observación e inyección de CO2 en Hontomín (municipio de Merindad de Río Ubierna) acaban de empezar a construirse, un paso que pone fin al bloqueo de varios meses que ha sufrido esta iniciativa de la Ciudad de la Energía (Ciuden), fundación pública dependiente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo con sede en El Bierzo leonés.

Desde el año 2011, cuando se produce el cambio político en el Gobierno central, los pozos de Hontomín habían estado en entredicho. El relevo ministerial trajo consigo un nuevo planteamiento, un cambio de directivos y todo quedó parado hasta redimensionarlo. La dirección del Ciuden pasó a manos del lermeño Melchor Ruiz y su equipo ha tenido, entre uno de sus primeros objetivos, meter tijera a la planta. Hasta que por fin en el mes de marzo se reanudaron los trabajos.

Dos grandes máquinas se afanan en horadar el terreno. Una de ellas, veterana, golpea las entrañas del páramo hasta alcanzar aproximadamente los 150 metros y la otra prosigue a partir de ahí enroscando e introduciendo grandes tubos de metal, tal y como explica sobre el terreno Javier Moreno, responsable de la oficina técnica.  A mediados de mes la profundidad había superado ya los 900 metros pero hay que llegar hasta más allá de kilómetro y medio. Operarios, aparejadores, ingenieros de minas, geólogos o ingenieros de caminos trabajan codo a codo en un proyecto que, para salvarse, ha tenido que rebajar sus pretensiones iniciales.

Melchor Ruiz explica que, originalmente, los pozos de Hontomín se plantearon con un presupuesto de 27 millones de euros a la Unión Europea, que aceptó financiar el 80% de la inversión. Sin embargo, la cifra se disparó hasta una horquilla entre los 62 y los 72 millones de euros que el nuevo equipo consideró «inasumible» y han decidido recortarlo. Ahora se vuelve a hablar de unos 30 millones de euros, pero al menos se asegura su viabilidad.

En teoría debería ser una buena noticia, pero para el pueblo de Hontomín supone una decepción. La radical rebaja presupuestaria suprime, por ejemplo, los sondeos que se iban a realizar mediante torres petrolíferas. También se queda al margen un edificio de tres plantas con despachos que estaba planificado inicialmente (y que ahora se convertirá en un edificio modular, una especie de caseta desmontable), así como un laboratorio, que en lugar de construirse de nueva planta en Burgos se gestionará desde El Bierzo.

Todo ello llegó a estar dibujado en los planos que Ciuden distribuyó en un principio aunque nunca contó con partida presupuestaria para hacerlo realidad. Se trata, dicen los responsables del proyecto, de mantener únicamente lo que tiene valor científico aunque haya que recortar del resto.

Pero precisamente ese resto era lo que había generado mejores expectativas en Hontomín. Aunque Ciuden asegura que ahora mismo hay 25 personas trabajando en tres turnos diarios, para completar un trabajo ininterrumpido de 24 horas, el volumen de empleo cuando los pozos se pongan en marcha se rebajará a entre 5 y 10 personas en labores de vigilancia y control. No habrá posibilidad de recuperar el hostal que cerró en la localidad vecina hace unos años y previsiblemente los pocos trabajadores que haya allí vivirán en Burgos.

Tampoco saldrá adelante, salvo sorpresa, el centro de turismo rural que llegó a plantear la Junta Vecinal a la Diputación y para el que también esperaba dinero de la Junta. Acompañado de un aula de interpretación que explicara el proyecto de almacenamiento de CO2, los vecinos habían soñado con alojamientos para visitantes que habrían dado vida al entorno. Al menos la financiación comunitaria ha salvado en parte un programa piloto que, quien sabe, con el tiempo podría crecer. De no ser por el dinero de Europa, igual habría cerrado.

El objetivo de Ciuden es acabar la construcción de los pozos en noviembre e iniciar la inyección de CO2 a principios del próximo año. En principio hay trabajo para muchos meses, durante todo el año 2014 y 2015, pero tal y como matiza Melchor Ruiz «el programa se extenderá mientras la UE lo financie, pues no tiene fecha de caducidad». Hasta que Bruselas quiera.