Hacia el esplendor en La Habana

R. Pérez Barredo / Burgos
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Un proyecto plantea convertir en hotel uno de los edificios más emblemáticos de la capital cubana, erigido entre los siglos XIX y XX por la familia burgalesa Gómez Mena • Su estado actual es casi ruinoso

En los primeros años tuvo una sola planta. - Foto: diariodeburgos.es

En el Parque Central de La Habana la vida bulle. Es la capital cubana una ciudad de rasgos imposibles, detenida en un tiempo que nunca fue, que nunca será. Parece mantenerse en pie de milagro. Sus edificios sobreviven desconchados, una pura y hermosa ruina que conserva en sus fachadas y balcones memoria del prestigio perdido. La rehabilitación en inmuebles se produce con cuentagotas. Se puede recorrer el famoso Malecón de punta a punta y encontrarse, tras una larga hilera de casas mordidas por el salitre y los años, una impecable, como recién pintada. Son las menos, claro. Pero de cuando en cuando surgen proyectos que consiguen resucitar el viejo esplendor de los solares habaneros. La Ciudad Vieja está salpicada de ellos, como amapolas dispersas en un campo de trigo.

Uno de los más singulares edificios de La Habana está situado en ese Parque Central. Se lo conoce como Manzana de Gómez Mena, para el que hay un proyecto para convertirlo en hotel. Es una edificación originaria del siglo XIX pero que fue modificada en el siglo XX, cuando alcanzó su máximo esplendor de la mano de sus propietarios e impulsores, una familia burgalesa emigrada a la joya caribeña en la segunda mitad del siglo XIX. Andrés Gómez Mena, nacido en Cadagua de Mena, localidad norteña del valle burgalés del mismo nombre, fue quien adquirió el solar, conocido como las ruinas de Zulueta.Próspero empresario del azúcar, levantó el edificio en 1894, que primero tuvo una sola planta. El inmueble, rodeado de un portal público corrido, con cuatro esquinas achaflanadas y dos galerías interiores que lo cruzan en diagonal, se convirtió desde el primer momento en un referente de la actividad comercial y de ocio de La Habana.

No en vano, aquella primera planta acogió un cine, un teatro, una pista de patinaje, un restaurante, varios kioskos... Ya en el siglo XX, y fracasados aquellos primeros negocios, los Gómez Mena apostaron por el crecimiento vertical del edificio hasta alcanzar los cuatro pisos (1917). Era un inmueble de lujo, con ocho ascensores. Los bajos mantuvieron la actividad comercial: tiendas de ropa, restaurantes, jugueterías, sedes bancarias (uno de ellos, propiedad de la familia burgalesa)... En las cuatro plantas se abrieron oficinas. Llegaron a estar operativas hasta 560 departamentos, buena parte de ellos pertenecientes a la compañía azucarera de la familia Gómez Mena y otros tanto a profesionales liberales: abogados, notarios, empresarios, médicos... En este edificio, el primero de estas características que se construyó en la isla, se hicieron 560 departamentos y se calculaba que por sus pasillos y portales circulaba diariamente una población flotante de 25.000 personas.

Durante aquellos años 20 y 30 del siglo XX, la Manzana de Gómez fue considerada el Wall Street cubano, el motor económico de la capital. Los Gómez Mena obtenían por el alquiler de las dependencias unos mil pesos diarios, una verdadera fortuna. El esplendor del edificio se prolongó hasta la década de los 60. La llegada de Fidel Castro y el establecimiento de uno nuevo régimen económico provocó su declive.

Hoy el edificio es un ejemplo de decrepitud y olvido. Aunque en sus bajos mantiene comercios -zapaterías, ferreterías, tiendas de electrodomésticos, de ropa o cafeterías, dulcerías-, su estado es deplorable. Un incendio registrado hace un par de años lo dejó herido; los ascensores no funcionan desde hace una década... El proyecto para convertirlo en hotel es la única salvación de este inmueble de referencia. Aunque desde hace años el edificio se llama Julio Antonio Mella, nadie lo llama así en La Habana. La memoria del pueblo ha conservado el nombre originario.

Los cubanos suelen decir que la manzana más famosa de la historia no es ni la que le cayó a Newton para revelarle la gravedad ni la que Guillermo Tell puso en la cabeza de su hijo, sino esta de Gómez Mena.

Dos atentados

El vestíbulo de este lujoso edificio fue testigo de dos terribles atentados sufridos por sendos miembros de la familia Gómez Mena. El primero sucedió en enero de 1917: Andrés Gómez Mena, primogénito del que emigró del Valle de Mena, fue muerto a balazos por el relojero catalán Fernando Reugart, al considerar que el rico empresario había faltado al respeto de su mujer; otro mes de enero pero del año 1951, después de comprar los periódicos Alerta y El Crisol, su hermano José fue también disparado, aunque no falleció. Su agresor fue Ángel Machado Palomino, ex empleado de confianza de uno de los ingenios azucareros de los Gómez Mena.