Hace más de cinco años que la unidad de Neonatología del complejo sanitario de Burgos, entonces en el General Yagüe y ahora en el HUBU, implantó y coordinó en toda la región un protocolo de actuación para los casos de asfixia perinatal que consiste en aplicar frío durante tres días seguidos al recién nacido para frenar los daños cerebrales y del que ya se pueden extraer algunos resultados. El más significativo es que la decisión de aplicar hipotermia se ha revelado eficaz en un 85% de los 35 casos atendidos en la capital y que ahora, o no tienen secuelas o si las tienen son de carácter leve. En el 15% restante no se consiguió minimizar los daños y los bebés murieron en una semana.
Sin embargo, el facultativo y coordinador de este protocolo en Burgos, Juan Arnáez, matiza que estos bebés no fallecieron porque no fuera posible reanimarlos y mantenerlos con vida, sino porque tras los tres días de tratamiento con frío siguieron en coma y con unos daños cerebrales tan graves, «que se habla con los papás» para explicarles el diagnóstico y las secuelas -retraso mental grave y parlálisis, habitualmente- y «readeacuar el esfuerzo terapéutico». Y una vez que el equipo médico y las familias han consensuado las medidas a tomar, lo normal es que estos bebés mueran antes de los seis primeros días de vida. «En Burgos, todos fallecieron en los cuatro primeros días», afirma el facultativo.
La hipotermia es un tratamiento que, para ser efectivo, debe aplicarse en las seis primeras horas de vida y siempre que haya evidencias o síntomas de que el recién nacido se ha quedado sin oxígeno en el transcurso del parto y de que por lo tanto, puede haber encefalopatía hipóxico isquemica. Algo que se puede intuir si hay sangrado de la placenta, rotura del útero, o el cordón alrededor del cuello, pero también si el bebé no es capaz de respirar y cuando se le reanima tiene dificultades para mantenerse despierto o está tembloroso sin que se sepa cuál ha sido el motivo de la asfixia. En cualquier caso, todos estos síntomas son indicio de daño cerebral, pero para corroborarlo se toman muestras del cordón umbilical y, en función del resultado, se hacen exámenes a la hora, a las tres horas y a las cinco horas. Si todas las pruebas dan resultado negativo, vuelve con su madre pero, si no, se aplica frío.
La eficacia del tratamiento depende de que se haga en las seis primeras horas de vida, cuando todavía es posible frenar el daño neuronal. Y eso es algo que, sin que se sepa con exactitud el porqué, se consigue reduciendo la temperatura corporal a 33 o 34 grados durante tres días seguidos. Una medida que en Burgos se ha tomado en 35 ocasiones desde 2010, aunque no todos los bebés eran burgaleses; también se ha atendido a otros de Soria, de La Rioja y, hasta que se implantó este tratamiento en León y Salamnca, también acudían bebés leoneses y zamoranos. Como ya se ha indicado con anterioridad, el 15% falleció a causa de la gravedad de los daños cerebrales y el 85% salió adelante. «De los 35, hay cinco niños con secuelas leves», afirma Arnáez, explicando que por leve «entendemos no mover una mano o ser hiperactivo, por ejemplo. Secuelas que, en todo caso, permiten al niño ser autónomo». Y el resto, asegura, «están bien». Es decir, sin secuelas de ningún tipo.
Este diagnóstico se obtiene cuando tras las 72 horas de frío controlado y de incremento progresivo de temperatura se vuelven a repetir las pruebas realizadas nada más nacer [ecografía y saturación de oxígeno cerebral, electro, medición de niveles de proteínas...] y, si sigue en coma se habla con la familia para «readecuar esfuerzos» y, si no, se le da el alta. A las dos semanas se le vuelve a examinar y a los tres meses hay otra exploración en la que Arnáez afirma que ya hay datos suficientes como para informar a la familia sobre el pronóstico, «si va a andar o no, si va a haber problema intelectual o no». En esos casos, el bebé puede empezar rehabilitación o estimulación precoz para ver cuál es la evolución. «Si está bien, con 5 o 6 años se le da el alta y, si no, el seguimiento se mantiene durante toda la edad pediátrica», explica el neonatólogo.
fármacos. «La hipotermia no salva todo, no es la panacea, pero es mucho más de lo que teníamos antes, y sobre todo en los casos moderados, que es en los que se ha demostrado más eficaz», comenta Juan Arnáez, antes de destacar que la investigación en este campo ahora se está centrando en probar fármacos que puedan completar el tratamiento con frío.
La muestra de Burgos todavía es pequeña, pero en los ensayos clínicos realizados con grupos grandes se ha probado que salva a uno de cada seis bebés afectados.
En 2010, en Castilla y León solo aplicaban este tratamiento el Río Hortega de Valladolid y el General Yagüe, desde el que se impulsó un protocolo de actuación para todos los hospitales de la región, de manera que se pudiera actuar con rapidez en todos los casos en los que se detectara asfixia tras el alumbramiento. Es decir, en todos los complejos se hacían las mismas pruebas y análisis en los mismos plazos para coordinar un traslado que siempre debía producirse en un margen de seis horas.
Ahora, sin embargo, la hipotermia también se aplica en Salamanca y León; lo cual, a juicio de Arnáez, tiene aspectos positivos y negativos. Positivos, que se evita un traslado en más ocasiones pero el neonatólogo explica que cuantos más casos se atienden, mayor es la precisión a la hora de detectar los casos en los que ha habido asfixia y, por lo tanto, una posible encefalopatía isquémica.