Cuando el borgoñón Felipe Vigarny llegó a aquel Burgos floreciente de finales del siglo XV había hecho un viaje que resultaría esencial para su vida y su obra posterior: había conocido Italia, empapándose en Roma del ‘renacimiento’ del arte. El escultor francés, cuya formación artística era puramente gótica, habría de convertirse en uno los artistas que realizarían la transición del Gótico al Renacimiento en Castilla. Llegó a Burgos a finales del siglo XV y se instaló después de que el Cabildo de la Catedral le encargara la realización de un relieve de gran tamaño para decorar el paño mural central del trasaltar.
El borgoñón hizo la escena Camino del Calvario en apenas un año.Los canónigos quedaron admirados porque aquel trabajo, amén de ser fiel al encargo y de haber sido ejecutado según lo convenido, tenía algo especial. Cobró el escultor los 200 ducados convenidos más otros 30 «como muestra de su contento con la labor del artista, que pronto recibió nuevos encargos que le obligaron a asentarse en Burgos», como recoge el el libro Del Gótico al Renacimiento, obre de Alberto Ibáñez y René Jesús Payo.
Fue el propio Cabildo el que le haría poco después más encargos: otros dos altorrelieves que completaran, junto al primero, los otros dos paños del trasaltar, siendo las representaciones elegidas las escenas Crucifixión y la doble figuración Descendimiento de la Cruz y Resurrección, que el borgoñón culminó en 1503.
Para ambos historiadores del arte, el resultado de este trabajo en la Catedral sirvió no sólo para consolidar la situación de Vigarny en Burgos, sino que lo catapultó como maestro de la escultura y de la talla, extendiéndose a partir de entonces su fama por todo el territorio español y encumbrándolo de forma defitiniva.
«Su estilo fue notablemente innovador y quedó plenamente definido por unos rasgos muy marcados que logró imponer a su amplio y disciplinado taller.Sus caracteres formales se extendieron en el ámbito de la escultura burgalesa y castellana del primer tercio del siglo XVI, con persistencia en el espacio burgalés durante el segundo tercio, hasta la irrupción del Romanismo», señalan en la citada obra estos historiadores del arte.
A la conclusión de los relivives de la Catedral, la actividad de Vigarny se multiplicó: realizó retablos para ciudades comoSalamanca, Palencia o Toledo. Pero su relación con la seo burgalesa continuó siendo fructífera. No en vano, fue el encargado de construir la nueva sillería del coro. No dejó de recibir encargos hasta su muerte, acaecida en Toledo en 1542. Pero fueron los relieves del trasaltar los que le abrieron las puertas del reconocimiento y la fama.