Valentín, Donato, Germán, Emilio y Zacarías... cinco hombres buenos

I.P. / Burgos
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Cardenal Amato: «Respondieron a la humildad con humildad y a la venganza, con perdón»

La Catedral de Burgos acoge por primera vez en la historia de la Diócesis un acto de beatificación. Presidida por el cardenal Angelo Amato, la celebración eleva a los altares al sacerdote Valentín Palencia y a cuatro jóvenes alumnos que fueron fusilados el 15 de enero de 1937 en Cantabria por defender su fe cristiana.

 

Era un 15 de enero de 1937, un día frío seguramente en la localidad cántabra de Suances. Hasta allí habían llegado en verano, como tantos años antes, el sacerdote burgalés Valentín Palencia Marquina con un nutrido grupo de chavales de Patronato de San José, en la capital burgalesa, centro donde llegó a cobijar a más de un centenar de muchachos pobres a quien se daba educación y se enseñaba un oficio.

Era la rutina de cada verano, después de un curso plagado de estudios y diversas actividades, acercar hasta la playa norteña a pasar una temporada a ese ‘equipo’  de músicos y niños pequeños que no tenían a donde ir. Le acompañaron para atender las actividades a desarrollar en Suances varios jóvenes que creían en el proyecto de Palencia, colaboraban con él y que también habían sido acogidos en el Patronato, algunos  llegados de distintos lugares de la provincia, como el caso de Donato Rodríguez García, de Santa Olalla de Valdivielso; Germán García García, de Villanueva de Argaño;  Zacarías Cuesta Campo, de Villasidro, y Emilio Huidobro Corrales, de Villaescusa del Butrón.

Era aquel, todos los sabían un verano difícil, la situación en el país era critica, pero Valentín Palencia creía que tenía que hacer lo de siempre, atender a sus chicos, él estaba para esa labor y no otra. Sin embargo, el trabajo en Suances no escapó al ambiente general español y, tras declararse la guerra, se le prohibió decir la misa a partir del 15 de agosto. Él se las apañó para seguir celebrando la eucaristía en lugares ocultos y continuar con sus actividades con los chavales, hasta que fue denunciado al Frente Popular de Torrelavega, y el 15 de enero de 1937, Valentín Palencia y esos cuatro discípulos  fueron fusilados en el monte Tramalón de Ruiloba (Cantabria). Los jóvenes, entre 19 y 26 años, no quisieron abandonar al sacerdote a su suerte y entregaron también su vida defendiendo su fe.

Ayer, tras un proceso que comenzó hace dos décadas, con el arzobispo Santiago Martínez Acebes, y siguió con Francisco Gil Hellín, culminó con una Catedral entregada y con Fidel Herráez al frente de la Diócesis, cuando apenas quedan cuatro días para que se cumplan cinco meses desde su toma de posesión como arzobispo, en la misma Seo burgalesa. El templo, también ayer como aquel 28 de noviembre, se quedó pequeño para la celebración, presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos  de la Santa Sede. Además de monseñor Herráez y su antecesor Gil Hellín, también asistieron el cardenal Ricardo Blázquez y el cardenal Antonio María Rouco Varela, además de otros arzobispos, obispos, sacerdotes y abades llegados desde distintos rincones del país.

Pero ante todo, ayer destacó la presencia de muchos burgaleses, de la capital -donde había nacido Valentín Palencia, en el barrio de San Esteban- y de las localidades de origen de los cuatro ya beatos. No faltaron sus alcaldes como máximos representantes, pero sobre todo, la Catedral se llenó de familiares en distintos grados de los mártires, que no pudieron ocultar su emoción en distintos momentos de la ceremonia, como cuando  Fidel Herráez se dirigió al representante del Santo Padre para pedirle la inscripción en el número de los beatos de «estos venerables siervos de Dios», o cuando el Cardenal Amato dio lectura  a la Carta Apostólica de la inscripción, y sobre todo, cuando momentos después, se descubría el cuadro pintado por Cándido Pérez con la imagen de  los cinco beatos, mientras el coro entonaba el Christus Vincit. A la vista la pintura de toda la Catedral desde el retablo mayor, los asistentes rompieron en un lago aplauso.

La celebración eucarística continuó después en un tono solemne, que finalizó con las palabras del arzobispo de Burgos Fidel Herráez. Éste agradeció a todos sus presencia, y les exhortó a seguir en su vida el ejemplo de los cinco nuevos mártires burgaleses. También lo había hecho en su homilía el cadenal Amato, que destacó en ellos «haber consagrado su vida  a los pobres y huérfanos y haber defendido la libertad religiosa y de conciencia». Le calificó como los «Testigos heroicos del Evangelio» y recordó que éstos mártires «respondieron a la arrogancia, con humildad y a la venganza con perdón».