La contenedora no es un alojamiento turístico más, es un proyecto que encierra buena parte de los sueños del arquitecto Sergio Noguera, de 41 años, y su mujer, Lucía Gallo, de 40, quienes llegaron hace poco más de dos años a Las Merindades desde Galicia con su hija. Si algo salta a la vista en Porquera del Butrón es ella, una casa de colores con formas geométricas. Cinco contenedores marítimos llegados del puerto de Bilbao y perfectamente ensamblados y equipados han hecho posible esta construcción modular con la que Noguera quiere convencer de que esta arquitectura es posible y mucho más barata que la convencional.
En Porquera del Butrón nació el padre de Lucía, Antonio Gallo, que ya con nueve años salió del pueblo a estudiar y cuando se casó y se empleó emigró para solo regresar cada verano. Cuando la crisis dejó sin empleo a Sergio Noguera y a su mujer decidieron dar un giro a sus vidas y perseguir sus sueños en Las Merindades aprovechando el suelo del patrimonio familiar en Porquera.
La Contenedora primero iba a ser un proyecto piloto de un estudio de arquitectura para su venta al público y para dar a conocer estas construcciones en contenederos «herméticos preparados para resistir las peores inclemencias meteorológicas en sus travesías por mar y tierra y además con unas dimensiones que hacen que sean transportables por carretera en camiones estándar», como explica Noguera. Pero al descubrir las posibilidades turísticas de Las Merindades, el proyecto de La Contenedora tuvo un doble objetivo, el de albergar turistas y el de promocionar estas construcciones.
40 toneladas. La publicación del proceso constructivo en blogs de arquitectura como La urbana ya ha acercado hasta Noguera a numerosos interesados en este trabajo de distintos lugares del mundo. «Espero que algún día fructifiquen», dice este profesional que desde que inició sus estudios tuvo inquietud por «la industrialización, abaratar costes o reciclar». En su proyecto se unen buena parte de estas ideas, porque los contenedores, preparados para soportar 40 toneladas de peso, facilitan la construcción de buena parte de la vivienda en talleres de modo industrial.
En este caso, la empresa villarcayesa Metalber ha colaborado con Noguera. Los contenedores logran una segunda vida con estos proyectos y su mentor defiende el aislamiento acústico y térmico que se logra, gracias a la doble capa de chapa, aislante y pladur de las habitaciones. Por último, grandes ventanales orientados a la puesta de sol realizan un efecto invernadero que ofrece calor natural y luz a la vivienda.
La Contenedora ya se puede conocer en el blog de sus propietarios que esperan tramitar este verano todas las autorizaciones para su apertura al público en otoño. No pueden clasificarla como un alojamiento de turismo rural por no ser una construcción tradicional, pero esperan encajar en el apartado de apartamentos turísticos. La casa se encuentra en una parcela de más de mil metros cuadrados con huerta, en la que los futuros clientes podrán leer qué es cada planta y suministrarse sus frutos. Desde sus ventanales podrán observar Alto Campoo en los días claros y adentrarse en el espacio natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón, donde está enclavado Porquera, o en el cercano Valle de Valdivielso. Los cañones del Ebro, senderos naturales, rutas a caballo o en bicicleta se encuentran están al alcance de quienes se decanten por una casa que cuesta «la mitad que una construcción convencional, unos 60 euros por metro cuadrado», según su creador, y que se puede construir en «cuatro o cinco meses».
La Contenedora suma 115 metros cuadrados útiles repartidos entre cuatro contenedores, en los que se distribuyen dos baños, cuatro dormitorios, cocina y salón, y un quinto sirve de base para los cuatro primeros y así evitar el desnivel que tenía el terreno. En España apenas se ven edificaciones como ésta, mientras que en Holanda está la cuna de las constru-cciones modulares, muy extendidas también en Alemania y Austria. Quien sabe si se verán más en la comarca de Las Merindades.