La Escuela Politécnica Superior trabaja en la creación de un grupo de investigación que permita el desarrollo y construcción de impresoras en tres dimensiones a un precio asequible de entre 450 y 900 euros. Para ello, busca estudiantes de la UBU interesados en participar en este proyecto de carácter multidisciplinar, puesto que requerirá de la presencia de ingenieros electrónicos, mecánicos, informáticos y de organización.
«El equipo trabajará en mejorar distintos aspectos de la impresión en 3D que después se transferirían a los procesos industriales», explica Pedro Sánchez, profesor del departamento de Ingeniería Electromecánica. Y es que, el desarrollo de estas máquinas se ha convertido en un «fenómeno mundial» debido a que permiten la obtención de figuras reales de distintos materiales, lo que aplicado a las empresas supondría «agilizar la producción».
De ahí que una vez que se constituya el grupo de trabajo, será la Universidad de Burgos la que busque los contactos con las empresas de la capital para que colaboren en el desarrollo de las impresoras en función de sus necesidades. «El objetivo es que el ingeniero construya su propia máquina», explica Sánchez, que a su vez avanza la intención de lanzar desde la Escuela Politécnica un «parque» de este tipo de mecanismos a disposición del mundo empresarial. Las utilidades son múltiples, desde la creación de piezas de plástico a logotipos, moldes y en el futuro elementos metálicos.
La idea de crear este grupo de trabajo nace a raíz del proyecto de fin de carrera de Juan García, que ha construido una impresora 3D y que ayer participó en una conferencia junto a David Mayor para explicar su funcionamiento, al igual que los movimientos RepRap y Clone Wars, que promueven la fabricación de este tipo de máquinas capaces crear objetos en tres dimensiones a base de un modelo hecho en ordenador. «Su experiencia es la que puede dar mayor valor al proyecto», dice Sánchez.
En la actualidad, tan solo hay un equipo en Burgos que trabaja con impresoras comerciales en tres dimensiones, como es el de Atapuerca para realizar las réplicas de las piezas que encuentran en las excavaciones. Porque, uno de los principales problemas de acceso a este tipo de tecnología, es su elevado coste tanto de compra como de mantenimiento.
Las impresoras que pretende desarrollar la UBU serán de bajo coste, con la posibilidad de ir adaptando mejoras de forma progresiva. El secreto, según Sánchez, radica en el empleo de materiales baratos y de software y hardware libres. «La tecnología de estas máquinas está lo suficientemente madura como para que haya mucha gente involucrada y se puedan empezar a hacer incorporaciones en la industria, algo que hasta ahora no era fácil de demostrar».
Este tipo de proyectos buscan acercar la última tecnología a la sociedad, como en su momento ya ocurriera con los primeros ordenadores. En este caso, se parte de la idea básica de que todo lo que se puede hacer en un dibujo puede construirse a través de una impresora 3D, que además permite la elaboración de piezas para elaborar otras máquinas de sus mismas características.