Las incógnitas que plantean los yacimientos de Atapuerca se van resolviendo campaña a campaña. En la cueva del Mirador, donde se ha hallado un sepulcro colectivo con al menos 23 individuos de una antigüedad de 4.500 años (periodo Calcolítico), hay varios interrogantes que previsiblemente este año encontrarán respuesta. De campañas anteriores ya sabemos que estos restos tienen parentesco con poblaciones alemanas del Neolítico, tal y como confirmaron los estudios del ADN mitocondrial (el de la línea materna), que la mayoría tiene edades entre los 20 y 40 años y que apenas hay individuos infantiles, la población con mortalidad más alta en aquella época.
La siguiente incógnita a resolver es la edad concreta de los restos, el sexo, las patologías que les pudieron llevar a la muerte, sus características físicas y el parentesco entre ellos. «Hemos empezado por lo más difícil, que es el estudio de ADN mitocondrial; ahora nos queda hacer el estudio más común, que lo haremos cuando tengamos excavado todo el sepulcro para ir relacionando los huesos con cada individuo», asegura Josep María Vergés, el investigador que está al frente de las ocho personas que trabajan en este yacimiento.
La excavación en el sepulcro colectivo está prácticamente terminada. Sin embargo, la zona que les queda es muy difícil de documentar y de excavar correctamente por el pequeño e inestable espacio en el que se tienen que mover. Por eso lo que están haciendo estos primeros días de campaña es aparcarlos momentáneamente y excavar en la parte central de lo que sería la cámara sepulcral pero en depósitos por debajo de los cadáveres, es decir, en niveles del Neolítico, periodo anterior a la Edad del Cobre o Calcolítico. «Cuando podamos hacer el hueco suficiente, excavaremos en los extremos y terminaremos con el sepulcro», añade Vergés.
Con todo el material esperan tener terminado antes de final de año la secuencia del genoma de los 23 individuos analizando el ADN nuclear hallado en los fósiles. Ese estudio determinará si los cadáveres encontrados pertenecen a una misma familia o por el contrario son miembros de una comunidad. Si se verificara el parentesco, estaríamos hablando de un sepulcro que se utilizó como tal durante un periodo largo de tiempo;en caso de que fueran miembros de varias familias o de una comunidad, la cueva habría servido como enterramiento durante un periodo más corto.
Una extensa cronología
Las características de la cueva de El Mirador (orientada al sur, espaciosa y con una excelente perspectiva del entorno, como su nombre indica) han hecho de ella un lugar estratégico para las comunidades prehistóricas. Las primeras ocupaciones de las que tiene constancia el Equipo de Atapuerca hacen viajar en el tiempo hasta hace 13.500 años, con grupos de cazadores-recolectores como moradores. Tras una época en la que fue abandonada -periodo que coincide con el derrumbe de la bóveda-, hace 7.200 años volvieron a elegirlo como hogar y redil los ganaderos y agricultores del Neolítico.
Por razones que se desconocen, y a las que los investigadores de Atapuerca tratan ahora de dar respuesta, hace 4.500 años la cueva fue utilizada como sepulcro. Sin tener tampoco una respuesta, El Mirador dejó de ser usado como enterramiento hace al menos 3.600 años, cuando recuperó la función de hábitat y redil que indican los fósiles hallados.
«Algo debió pasar. Es difícil que una población que durante decenas o centenares de años ha estado enterrando a sus parientes deje de hacerlo, meta el rebaño en el interior y haga un hogar de la cueva.Igual hubo un cambio de población o estuvo despoblada», sugiere Vergés, quien también se plantea otro interrogante: si la población que usó la cueva como sepulcro era ganadera-agricultora, actividades que les corresponde por la época, ¿dónde o cómo mantuvieron los rebaños a cubierto?, ¿y dónde se guarecían ellos?
Éstas y otras cuestiones son las que deberán resolver en las próximas campañas, ya que El Mirador es un yacimiento rico en fósiles y el objetivo de su trabajo es ahondar aún más en la cueva: «La intención es ir bajando niveles pero no solo en vertical, sino también en profundidad para encontrar las galerías que seguro que hubo».
Mientras indagan en ese aspecto, continuarán documentando una extensa cronología: «Estamos excavando un nivel por debajo de los restos humanos que situamos en el final del Neolítico, en torno a 5.000 años. Y de ahí continuaremos hacia abajo que, estimamos, habrá niveles del Mesolítico, la transición entre los últimos cazadores y los primeros agricultores».