Salvamento Marítimo y el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil (GEAS) retomarán hoy domingo frente a la costa de Galizano, en Cantabria, las labores de rescate del buzo burgalés Mario Villalmanzo Santamaría, que está desaparecido desde el viernes. El experimentado submarinista, de 46 años, había acudido a Laredo para sumergirse junto a otros siete componentes del centro de buceo Mundo Submarino a una profundidad de 74 metros donde están hundidos los restos del buque ‘España’.
Los propios compañeros de la expedición fueron quienes alertaron a los servicios de emergencia de Cantabria de que, durante la salida a la superficie, Mario Villalmanzo perdió el contacto con el cabo que sirve de guía en el proceso de descompresión por causas que se desconocen, aunque en ese momento las corrientes submarinas eran muy fuertes. Lamentablemente, el burgalés no pudo volver a agarrarse a la cuerda.
Salvamento Marítimo desplegó un dispositivo especial sobre la superficie desde el viernes a mediodía, aunque ante los nulos resultados y las dificultades para continuar con la búsqueda del buzo solicitaron ayuda al GEAS de Asturias y Madrid.
Los especialistas de la Benemérita, que desplazaron un camión con una cámara hiperbárica para facilitar las descompresiones, realizaron inmersiones el mismo viernes y el sábado, aunque ayer los trabajos fueron suspendidos a media tarde por la escasa visibilidad. A medida que pasan las horas, las posibilidades de encontrar con vida al submarinista burgalés se reducen.
Bucear por debajo de los 20 metros requiere de conocimientos muy avanzados, pero a partir de los 40 metros exige mucha experiencia, además de equipos adecuados. Tal y como comentan en foros de submarinismo, la inmersión para contemplar el pecio del acorazado ‘España’ es «muy complicada y exige un muy alto nivel de buceo, además de una gran preparación, tanto física como psíquica». Mario Villalmanzo era un buceador experto, que pertenecía al centro especializado Mundo Submarino de Laredo, donde realizaba labores de instructor, al igual que el resto de sus acompañantes. De hecho, la inmersión se desarrolló con absoluta normalidad, salvo los imprevistos de las fuertes corrientes en el último tramo de ascenso, a unos 20 metros.
El casco del barco hundido se encuentra en una zona de mar abierto, lo que dificulta una inmersión a esa profundidad, donde la visibilidad es reducida. En julio de 2004, falleció en ese lugar un experimentado submarinista vasco, Carlos Mangana, por no hacer una adecuada descompresión al salir. La víctima, en esa ocasión, fue rescatada aún con vida y trasladada al hospital de Santander, aunque murió al poco de ingresar.
La inmersión a profundidades tan grandes obliga, antes de salir a la superficie, a realizar largos periodos de descompresión (con paradas intermedias) y cambiar gases. Es la garantía para evitar un traumatismo pulmonar. Submarinistas en otras inmersiones al acorazado ‘España’ no estuvieron más de 20 minutos en el fondo.
El presidente del Club Delfín de Burgos, Carlos Pino, reconoce la peligrosidad máxima de hacer submarinismo a esa profundidad. «Hay que contar con las condiciones óptimas de visibilidad, temperaturas y corrientes, además de buena mar. Y si no es así, es preferible abortar la inmersión».
Considera que Mario Villalmanzo quizás iba equipado con el ‘Rebreaher’, un respirador que te permite permanecer más tiempo bajo el agua. Se trata de una mochila con botellas provistas de mezcla de gases que aprovecha el oxígeno que exhala el submarinista y que, luego, se vuelve a introducir en el circuito de respiración, tras unos procesos de filtrado.