Rafael Calleja Gómez tenía 56 años cuando compuso la música del Himno a Burgos, esa canción que consigue poner en pie a cientos de burgaleses en cuanto suena pero de cuyo autor no todos podrían hablar mucho. Hoy se cumplen 75 años de la muerte del músico burgalés y sus descendientes han querido homenajearle recordando algunos detalles de su biografía en Diario de Burgos.
Así, su nieto Emilio Calleja explica que el maestro Calleja, de salud delicada, no pudo soportar la crudeza de la Guerra Civil y murió el 11 de febrero de 1938, cuando tenía 67 años. Atrás quedaban los años de gloria en los que el músico burgalés, uno de los más prolíficos de la época, compaginaba su pasión por la creación y la composición con su labor como empresario en varios teatros. De hecho, acabó siendo propietario del Teatro de la Zarzuela, en el que también era director. Sin embargo, las más de 300 obras dramático musicales que compuso, así como la cincuentena de piezas cortas que creó a lo largo de su fructífera vida permanecen. Para los burgaleses, las más conocidas son el Himno a Burgos (1926), al que puso letra Marciano Zurita, y el Himno a Briviesca, con letra de fray Justo Pérez de Urbel. Ambas son piezas que han llegado a emocionar a quienes las cantan a coro, como ocurrió, por ejemplo, en la inauguración del Fórum Evolución ante la reina Sofía, que pidió una copia de la obra.
Rafael Calleja nació en Burgos el 21 de octubre de 1870 y, después de estudiar Música y Humanidades en el Seminario menor, decide emprender la aventura de convertirse en músico profesional con solo 13 años. Su nieto Emilio Calleja recuerda que, siendo un adolescente, con unos «ahorrillos» que le da su madre y con una beca de estudios que le concede la Diputación, se traslada a Madrid para estudiar Música. A los 18 años, le habían contratado como director de orquesta en un teatro de Lisboa y, a partir de ahí, desarrolló una prolífica carrera como director de orquestas y agrupaciones artísticas de teatros de Portugal, Hispanoamérica y España, especialmente los dedicados a la zarzuela en Madrid.
Emilio Calleja recuerda que, además de los cientos de zarzuelas que creó en su vida, en su primera etapa compuso también obras de carácter religioso para órgano y otras tantas que ahondaban en el folclore nacional en buena parte de la cornisa Cantábrica. «Capítulo aparte, fruto del amor a su patria chica son el Himno a Burgos, su ciudad natal, y el Himno a Briviesca, cuna de su madre», apunta su nieto.
Apesar de que desde la adolescencia siempre vivió en Madrid, Rafael Calleja siempre tuvo a Burgos presente y regresaba cada año para pasar unas semanas en la capital burgalesa. «Se complacía paseando por las calles aledañas a la Catedral, barrio donde nació y escenario de su infancia», apunta su nieto, quien define al maestro como «un personaje muy popular, de carácter llano y alegre, que poseía un gran sentido del humor. Fue muy querido tanto en el mundo escénico nacional como por las distintas clases sociales. Demócrata convencido, de espíritu liberal, amó y defendió todo lo español».
Guerra
Para febrero de 1938, la Guerra Civil ya había hecho mella en la salud del compositor. Su nieto Emilio Calleja afirma que las continuas noticias que informaban de la muerte de algún amigo, la crudeza de la guerra y la escasez de recursos, «vencieron al insigne músico», que murió el 11 de febrero por la tarde en su domicilio.
Su esposa, la cantante lírica Paquita Correa, y sus hijos, Paquita, Rafael, Antonio y José, decidieron que se le enterrara de forma temporal en el cementerio de la Almudena de Madrid, pero una vez terminada la guerra cumplieron con su deseo de ser enterrado en el cementerio de San José. El Ayuntamiento de Burgos se hizo cargo del traslado, «donando el sepulcro donde reposa», que está coronado por una cruz, una clave de Sol y las notas musicales de las primeras estrofas del Himno a Burgos: «Tierra sagrada donde yo nací, suelo bendito donde moriré».