Conexión Antártida

B.G.R. / Burgos
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200 alumnos del colegio Círculo Católico conocen, a través de una videoconferencia, el día a día de los militares y científicos españoles que trabajan en Isla Decepción, en el Polo Sur

La videoconferencia se celebró ayer en el salón de actos del centro concertado burgalés. - Foto: Valdivielso

Mediodía en España; nueve de la mañana en Isla Decepción. Cerca de 200 estudiantes de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional del colegio concertado Círculo Católico entran en el salón de actos. El barullo inicial se interrumpe cuando se escucha el sonido intermitente de un teléfono. El comandante burgalés Juan José Ayuso Sainz y el científico canario Alejandro Díaz aparecen en la pantalla audiovisual. Comienza la conexión con la Antártida.

A través del programa de telefonía y vídeo Skype y tras un breve intercambio de saludos, que terminan en aplausos al conocer que Ayuso es de Neila, comienzan las preguntas para conocer de cerca la edición número 28 de la Campaña Antártica Española, en la que participan militares e investigadores (sismólogos, biólogos, geólogos...) y se desarrolla en la base del Ejército de Tierra Gabriel de Castilla. La curiosidad de los estudiantes es amplía y va desde los aspectos más cotidianos sobre cómo es el día a día en el Polo Sur a aquellos más técnicos relacionados con las comunicaciones exteriores.

Manrique, Paula, Marina y Javier hacen de portavoces y son los encargados de dirigirse a los dos protagonistas de la videoconferencia. Las preguntas se suceden durante casi una hora de conexión, en la que las explicaciones de los dos profesionales cautivan al público dejándolo casi en completo silencio. La cercanía mostrada rompe cualquier distancia física y se convierte en una lección de aprendizaje para recordar.

Así, los estudiantes supieron que uno de los mayores retos de la expedición no es otro que el logístico, al encontrarse en un lugar tan remoto con cambiantes condiciones meteorológicas. A ello se añade el riesgo de estar en el cráter de un volcán, del que anotan sus movimientos para después estudiarlos en España. Precisamente, ese es uno de los cometidos del sismólogo canario, mientras que el comandante burgalés se ocupa del medio ambiente (cada año se tiene que mejorar su gestión), ayuda en las tareas médicas e incluso controla la alimentación de la treintena de miembros de la expedición. «Nuestra principal razón de ser en la isla es la de apoyar la investigación científica», afirmó el militar veterinario de formación.

Una labor que va desde la dieta del personal (la mayoría de los alimentos se han llevado desde España) al suministro de energía o las comunicaciones. Estas últimas, según explicó Ayuso, se realizan a través de radio dentro de la base y con España mediante teléfonos satélite. Es más, el enlace con la red se encuentra en la base de Castrillo del Val, mientras que para el contacto familiar está internet. En cuanto a la energía, se abastecen de dos equipos electrógenos que se van alternando, ya que la adversa climatología impide el uso de cualquier fuente alternativa.

Día a día

Militares e investigadores conviven en el mismo espacio. «Aquí, uno se siente como en casa; tenemos todas las comodidades salvo televisión», explicó Díaz en referencia a la vida en la base, donde no faltan los juegos de mesa aunque las horas de ocio escasean. Porque fuera, las condiciones del tiempo pueden cambiar por momentos y lo que era una tarea rutinaria convertirse en algo complicado. «La mejor solución es la paciencia. Aquí tenemos tiempo y no podemos ir a ningún otro sitio», añadió el comandante.

En pleno verano austral, la temperatura absoluta es de 5 grados bajo cero, con tan solo una hora sin luz. Nada que resulte extraño a un burgalés. «No hay mucha diferencia con un invierno de Burgos; es más, ahora hay más nieve en Neila que en la Antártida», comentó, no sin matizar que la sensación térmica suele llegar a -20 grados.

Condiciones extremas que superan, dejando un poso de satisfacción al estar en un lugar sorprendente. Díaz se queda con la estampa de estar en el sofá y ver un pingüino paseando por la playa. «Todos los días la naturaleza me sobrecoge», agregó Ayuso, para quien también existe un componente sentimental relacionado con el hecho de hallarse en un punto del mundo salvaguardado a la paz y a la investigación científica.