Siempre se ha dicho que no hay mal que por bien no venga y el sector dedicado al reciclaje de neumáticos es, en este momento, la mejor prueba de ello, dado que sin tapujo alguno -aunque sí con algo de cargo de conciencia- reconocen que la crisis les está beneficiando. ¿Por qué? Porque no se cambia tanto de coche, pero se cuida más al viejo. Y eso implica más cambios de neumáticos y, por lo tanto, más material a recoger y reciclar al cabo de un año. Y en la planta burgalesa que se encarga de todos los neumáticos desechados en Burgos, Soria, Palencia y Valladolid, Recu-Matic, ponen sobre la mesa cifras concretas: alrededor de un 10% de incremento cada uno de los últimos años. Así, si en 2012 los talleres y los puntos limpios enviaron a la planta, ubicada en Villalbilla, 6,6 millones de kilos de neumáticos, el año pasado fueron 7,2 millones.
En lo relativo a este sector, no hay cabos sueltos. Fabricantes como Bridgestone, Michelín o Pirelli, entre otros muchos de los grandes, crearon en 2005 una sociedad llamada Signus (Sistema Integrado de Gestión de Neumáticos Usados) -hay otra que trabaja con segundas marcas, TNU (Tratamiento de Neumáticos Usados)- y se presentan ante el Estado como garantía de que todos los neumáticos que se tiren por los cauces legales van a tener un tratamiento adecuado. A partir de ahí, se convocan concursos públicos de acuerdo a lo que establece la ley y las plantas especializadas presentan sus ofertas para encargarse de la recogida y tratamiento por provincias. Y ahí es donde entra Recu-Matic, que lleva catorce años en el negocio y en 2011 ganó para hacerse cargo de los desechos procedentes de Burgos, Palencia, Soria y Valladolid, tanto en recogida y selección como en trituración energética hasta 2015. Y si bien es cierto que cada vez que se convoca un concurso tienen que rebajar el precio del servicio (entre un 20% y un 30% desde que empezó la crisis, afirman en Recu-Matic), la caída se compensa con el aumento de la entrada de material. Y en una región como Castilla y León, más en verano, cuando explican que la recogida del cereal genera mucho movimiento en este sentido. «Estamos a tope», dicen en esta empresa que empezó a funcionar en 2000 con tres empleados y que ahora tiene diez, con picos de producción en los que tienen que recurrir a empresas de trabajo temporal. «Y lo curioso es que cuando empecé, nadie me quería dar financiación. No entendían cuál era el negocio, no lo veían, y me decían que era mucho riesgo», explica el gerente, José Ignacio Velasco de Miguel.
El día a día de la planta consiste en ir a los talleres y pesar las cantidades recogidas, que se registran en un informe que se envía a Signus. Luego el 90% del material pasa a la zona de valoración, al triturado, y es también la sociedad la que decide dónde van los residuos generados en cada una de las plantas que hacen el trabajo y que se emplean como energía. En el caso de Burgos, se manda a tres cementeras: Lemona, Dueñas y Mataporquera. Pero habrá otras plantas a las que se les encomiende enviarlo a una central encargada de fabricar suelos para parques infantiles o a cualquier otro cometido. «Cada día salen de Burgos 50 toneladas de material triturado», apunta Velasco de Miguel, especificando que cada cierto tiempo tienen obligación de analizar las características de los trozos desmenuzados para garantizar que son del tamaño adecuado o que no tienen exceso de alambre, en cuyo caso no sirven para las cementeras. Uno de los caballos de batalla que tienen ahora es conseguir que se pueda considerar materia prima a los restos triturados y no residuos, porque permitiría aplicar un IVA del 21% en lugar del actual 10% a todo lo que sale de las instalaciones. Sin embargo, Velasco explica que los ingresos no proceden tanto del triturado -competencia de Signus- como de la recogida del material usado e inservible ya para la circulación. Al menos en España.
Y este es otro aspecto que también está muy controlado, porque se financia a través de una tasa especial, Ecovalor (que también fija Signus), que se le aplica directamente al usuario cada vez que compra un neumático nuevo en un taller oficial y que se debe detallar por separado en la factura, de manera que el taller no se beneficie de unos ingresos que deben financiar el ciclo de recogida, reciclaje y reutilización. A las ruedas de un turismo se le aplican 1,58 euros, a una moto 0,95 euros y a una camioneta o un 4x4, 2,75 euros por cada neumático nuevo. De esta manera, es cierto que el taller no recibe ingresos por esta vía, pero tampoco tiene que preocuparse de buscar empresa para quitarse de encima todas las ruedas usadas: la recogida es gratuita.
Eso, siempre y cuando la puesta a punto del coche no se haga en un taller ilegal o comprando ruedas a través de internet, en cuyo caso tiene que encargarse el comprador particular del futuro de las viejas. Y los puntos limpios, al menos en Burgos, no admiten más de dos neumáticos por número de DNI al año. Y esto tiene como consecuencia que, de vez en cuando, el personal de Recu-Matic se encuentra una o varias decenas de ruedas apiladas frente a la puerta cuando van a abrir. «Claro que hay talleres ilegales. Nosotros, en el sector, nos conocemos todos», apuntan en esta empresa.
al tercer mundo. Sin embargo, puede darse el caso de que esa rueda que usted decidió cambiar en el taller porque estaba hecha polvo acabe en Marruecos, Sudáfrica o Uruguay y no triturada. El porqué hay que buscarlo también en la estricta regulación del sector, que obliga a completar el círculo de las denominadas ‘tres erres’ -recogida, reciclaje y reutilización- enviando un 10% de la carga que entra en las plantas a terceros países, casi siempre africanos o latinoamericanos. Pero tampoco Recu-Matic puede decidir a qué países se lo envía; nuevamente es Signus quien toma la decisión. «A nosotros nos mandan los contenedores, nosotros los llenamos y los mandamos de vuelta, generalmente a Barcelona», explican.
¿Y por qué van a querer en Sudáfrica una rueda que aquí se considera un peligro para la seguridad vial? Porque, según explican Velasco y otros empleados, sus carreteras están en tan malas condiciones que un neumático nuevo se deteriora con tanta rapidez que no merece la pena pagar el precio. «Les compensa comprar viejos porque les van a salir mucho más baratos y se van a estropear igual», señalan.