En el caso Ballena Blanca –que desarticuló un despacho de abogados de Marbella en el que se canalizaban inversiones millonarias de grupos relacionados con el crimen organizado y que significó la mayor trama de blanqueo de capitales destapada en Europa hasta la fecha– se interceptaron una serie de conversaciones telefónicas relacionadas con otros casos de corrupción urbanística en la Costa del Sol. Aunque por aquel entonces nadie lo sospechaba, los cimientos de Marbella comenzaron a temblar. Era el inicio de la investigación de la trama Malaya, un complejo entramado de empresas que tenían el objetivo de desviar los fondos obtenidos de las actividades ilícitas y no levantar sospechas. El 29 de marzo de 2006 todo saltó por los aires con la primera intervención policial.
Una década después, el caso Malaya ha supuesto para la ciudad de Marbella un efecto similar al de la sacudida de una alfombra, cuando primero todo el ambiente se llena de polvo, las pelusas y la mugre salen disparadas y, tras un proceso de profunda limpieza, luce pulcra y renovada. Tras el estallido del mayor caso de corrupción juzgado en España, primero se generó una nube de escándalos que dañaron terriblemente la imagen y la marca de la ciudad; en segundo lugar, se la liberó de la inmundicia corrupta incrustada en sus tejidos durante años y, finalmente, la limpieza se ha traducido en una mayor seguridad jurídica.
Se acaban de cumplir 10 años del inicio del caso, el primer macroproceso judicial por corrupción en España, y los políticos, empresarios y profesionales coinciden en que, tras una travesía por el desierto, la ciudad ha logrado alcanzar la seguridad jurídica, desde el punto de vista de las inversiones y la legalidad urbanística.
El alcalde de Marbella, José Bernal (PSOE), cree que ahora existe una regulación y unos procesos que aseguran la legalidad y que antes, «no es que no existían, sino que posibilitaban la corrupción».
La herencia de Malaya se traduce en un grave déficit de infraestructuras porque el dinero público se desvió, a través de un «sistema de corrupción generalizada» -según consta en la sentencia del caso-, a bolsillos ajenos. Bernal ha confiado en que la ciudad se recupere y que con instrumentos como el actual Plan Estratégico se irán «corrigiendo» esas deficiencias.
Mientras tanto, los vecinos de la ciudad malagueña van a tener que seguir pagando las consecuencias del fraude político afrontando los impuestos locales más altos, según el regidor, «porque el presupuesto municipal está sometido a los desmanes cometidos».
Inversiones. Los empresarios perciben que la situación se ha normalizado y que las inversiones vuelven a la ciudad. Así lo piensa el presidente del Centro de Iniciativas Turísticas de Marbella, Juan José González, que afirmad que, tras el caso Malaya, «se ha normalizado el urbanismo y eso da mayor seguridad jurídica, que es lo más importante para los inversores».
El representante de los empresarios comenta que desde que el Consistorio fue intervenido se ha producido una «metamorfosis» en la capital costasoleña y «el hecho de entrar en los despachos de personas del Ayuntamiento no debe verse como algo sospechoso, sino como una relación fluida con la Administración».
Javier de Luis, miembro de la Comisión Gestora que gestionó Marbella tras la disolución del Ayuntamiento y cabeza visible del movimiento vecinal contrario al GIL (Grupo Independiente Liberal), niega rotundamente que la ciudad esté «hipotecada» a causa de Malaya. De hecho, sostiene que el hecho de que haya inversores interesados en Marbella demuestra que ese caso y el resto de procesos relacionados con la corrupción no han «dañado la rentabilidad» que sigue ofreciendo la ciudad.
Para Ricardo Sánchez Bocanegra, presidente del Club Internacional de Marbella (foro de debate) y de la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol, esta trama «es solo parte de la Historia».
Tanto es así, que afirma rotundo que la mayoría de los actuales inversores «no saben nada de Malaya, ni han oído hablar nada de ello, ni saben que existió Jesús Gil, por lo que se ha regenerado por completo la imagen de la capital de la Costa del Sol»; aunque puntualiza que el vecino de a pie «siempre tendrá esa espina clavada».