San Pedro Regalado y sus milagros contra la esterilidad

Máximo López Vilaboa / Aranda
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El libro Crónica Serigráfica (1725) relata la 'Fecundidad milagrosa que han conferido muchos estériles por los méritos del Santo Regalado'

Primer sepulcro del santo, hacia 1915. - Foto: Archivo Máximo López

Un año más seremos muchos los que acudamos hoy domingo a La Aguilera a celebrar la fiesta de San Pedro Regalado. Pese a la fama de santidad de este fraile, fallecido en 1456, su camino hacia los altares no fue tan rápido como se pudo pensar en un principio. Las frecuentes visitas de Isabel Católica a la tumba de la Aguilera hicieron que la devoción al fraile franciscano se extendiese más allá de la Ribera del Duero. Su tumba también fue visitada por el cardenal Giulio Rospigliosi, que en 1667 se convertiría en el papa Clemente IX. Será beatificado por Inocencio XI en 1684 y canonizado por Benedicto XIV en 1746.

Para propiciar su acceso a los altares se recopilaron sus principales milagros y es curioso que uno de los que más se repite es el de dar fecundidad a matrimonios estériles. Desde ese deseo de que el fraile enterrado en La Aguilera fuera proclamado santo se publicó en Madrid en 1725 un libro titulado Crónica Seráfica cuyo autor era Fray Eusebio González de Torres, cronista general de la Orden de los Franciscanos. El capítulo 29 de este libro se titula ‘Fecundidad milagrosa que han conferido muchas estériles por los méritos del Santo Regalado’. El autor afirma que han sido muchos los casos pero que recoge sólo unos pocos ejemplos. En todos ellos el matrimonio se comprometió a añadir al nombre del niño el de ‘Regalado’.

El cronista general de los franciscanos comienza así su relato: «Para referir solamente la fecundidad milagrosa, que por la intercesión de su Siervo Regalado ha concedido el Señor a muchas, que padecían el desconsuelo de la esterilidad, era menester un catálogo muy crecido; porque son no pocas las casas, que han asegurado la sucesión, con el solo voto de poner el renombre de Regalado o Regalada, respectivamente, a lo que naciese. Testigos son, dice Monzaval, cuantos hoy se honran con estos apellidos, en cumplimiento de los votos de sus padres. Pondré uno u otro caso de esta especie».

MAYORDOMO DE LA REINA

A continuación relata un caso acaecido en la segunda mitad del siglo XVII, se trata de un destacado mayordomo de la reina Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV. El escritor franciscano nos lo cuenta así:

«Don Pedro de Porras y Toledo, Mayordomo de la señora Reina doña Mariana de Austria, deseaba la sucesión de su Casa, sin embargo de que se oponía la esperanza de tenerla los crecidos años de su mujer. En los de mocedad habían solicitado de muchos santos con repetidas promesas este beneficio, pero sin efecto, porque el Señor, cuyos juicios son incomprensibles, tenía reservada esta gracia para el Santo Regalado. Cuando ya los deseos habían dejado del todo de ser esperanzas, llegó a su casa en Madrid un Donado de la Aguilera, a pedir limosna para el Convento. Cautivados notablemente de la humildad y modestia del Donado, le precisaron que comiese con ellos, con cuya ocasión, concluida la comida, les dio noticia de los muchos prodigios, que había obrado el Señor, dando sucesión milagrosa por los méritos del Santo Regalado con el voto de poner a los hijos su nombre. Alentados con esta noticia los nobles casados, hicieron el voto referido, cuyo fruto gozaron antes de un año en un infante, que llamaron don Pedro Regalado, en cumplimiento de su voto. Y para mayor expresión de su gratitud al santo, hospedaron en su casa de allí en adelante a todos los religiosos que iban a la Corte, del Convento de la Aguilera, al que también socorrían con frecuentes y copiosas limosnas».

También en la segunda mitad del siglo XVII nos encontramos con el caso de Juan Funes de Villalpando y Ariño, marqués de Osera. Este es el relato de Fray Eusebio González:

«El Señor Marqués de la Osera vivió muchos años casado sin sucesión, y la Marquesa, con el desconsuelo de la esterilidad. De común acuerdo acudieron al patrocinio del santo, haciéndole voto de visitar su sepulcro, si les alcanzaba de Dios la sucesión de su casa. Poco tiempo pasó, sin que se hallasen obligados a su cumplimiento, porque a los nueves meses la Marquesa dio a luz una niña, y repitió con felicidad otros partos».

DE GUMIEL Y PEÑARANDA

También se relatan otros casos de familias de la Ribera como es el caso de dos matrimonios de Gumiel de Izán y de Peñaranda de Duero. Esta es la narración de la Crónica Seráfica:

«Don Diego de Berganza y doña Ana Martínez, vecinos de la villa de Gumiel de Izán, en doce años de casados no tuvieron fruto de bendición. Sentíalo la señora, no tanto de interesada en la sucesión, cuanto de amante de su marido, a quien deseaba ver fuera del disgusto, con que vivía, por la falta de hijos. Pensando sobre este punto una noche, se quedó apaciblemente dormida; y en el discurso del sueño le pareció que un religioso de San Francisco la decía con benigna afabilidad: Encomiéndate al Santo Regalado y lograrás la sucesión que deseas. Despertó llena de júbilo y comunicada con su marido la serie del sueño, resolvieron ir a La Aguilera a pedir al Santo en su sepulcro la sucesión. A este fin salieron a pie, día de Nuestro Padre San Francisco, y habiendo visitado con mucha devoción y fe el sepulcro del santo Regalado, se volvieron a su casa; donde cumplidos los nueve meses, hallaron no haber sido ilusión de la fantasía el aviso del sueño, porque parió doña Ana felizmente a don Francisco Berganza Regalado, con quien Dios, por intercesión de su siervo, obró después otras maravillas, que están auténticas ante Notario apostólico en la villa del referido Gumiel. En la de Peñaranda, don Juan Regalado de Cuevas confiesa tener el apellido del santo en cumplimiento de un voto que hicieron sus padres en esta forma y por esta causa. Eran ancianos, y aunque los años les habían quitado las esperanzas de la sucesión, no pudieron quitarles los deseos. Encendidos éstos en fe con el ejemplar de otros casados, que por la sola intercesión del santo tuvieron hijos, le hicieron voto de consagrarle el que les diese, poniéndole por apellido su nombre. A los nueves meses tuvieron víctima que consagrar porque les nació un hijo, a quien llamaron Regalado en cumplimiento del voto».

Todos estos hechos y otros muchos han contribuido a que el Monasterio de La Aguilera donde reposan los restos del santo se haya convertido en un lugar muy visitado durante siglos.