Lázaro está contento. Atapuerca le recuerda a su tierra porque es un espacio abierto, semejante a las llanuras donde vive en Tanzania. No así la capital burgalesa, llena de edificios altos en los que no imaginaba que residían personas. Está feliz porque ha conectado con la gente. Porque ha encontrado complicidad con el público que se acercó ayer al parque arqueológico para conocer de cerca las costumbres de su pueblo, los masai.
Junto a Lázaro, alcalde de Ngoile, han viajado a Burgos Melly, Jemra y Teresia. Los cuatro se han encargado de mostrar sus artes para la caza (flechas para los leopardos y lanzas para los leones), sus habilidades a la hora de hacer fuego con el rozamiento de un palo, su táctica para construir cabañas, y su destreza para el baile con la danza de los guerreros. Un ritual de saltos y gritos en el que la mujer elige al hombre, aunque pueden coincidir en gustos hasta diez féminas sin que eso acarree ningún tipo de problema puesto que son polígamos.
Su vida cotidiana no sabe de horarios ni de preocupaciones, siempre y cuando haya vacas, comenta Eduardo Cerdá, alcalde de Olmos de Atapuerca y director de Sierra Activa, que hace un tiempo viajó a territorio masai. Los niños de entre 8 y 16 años se ocupan del pastoreo del ganado, mientras los hombres van a por agua, a cazar, a visitar otros poblados o a los mercados donde venden herramientas, pieles o telas con las que confeccionan su vistosa indumentaria. Las mujeres se quedan al cuidado de la casa, encargadas de hacer la comida, de atender a los niños o de ordeñar, dice Teresia.
Un arco y una flecha para derribar un leopardo. - Foto: DB/Jesús J. Matías Para tres de los cuatro miembros de este delegación masai la visita a tierras castellanas ha supuesto su primera salida del país. Estarán en España hasta el 8 de agosto, fruto de la colaboración de la Red de Territorios que firmó el Ayuntamiento de Atapuerca con Corea del Sur, Chile y Tanzania, países que también poseen importantes yacimientos arqueológicos. Ahora residen en una casa rural de Olmos, pero después convivirán con familias burgalesas. Habrá tiempo para recorrer la provincia, visitar la fábrica de Pascual en Aranda de Duero (los masai son grandes consumidores de leche) y ver ese mar que aún no conocen.
La delegación africana sabrá durante este tiempo cómo viven los burgaleses. Pero ayer dejaron un poco de su cultura en el parque arqueológico llevándose el aplauso y el cariño de quienes pudieron conocerles y que no se cansaban de repetir: «Qué majos los masai».