Respeto y empatía. Estos dos actitudes tan básicas que deberían estar en el fondo de cualquier clase de convivencia civilizada se convirtieron ayer casi en el objeto de un ruego por parte del colectivo de las familias con hijos transexuales. Eduardo Gómez, presidente de la asociación Chrysallis Castilla y León, pidió a la sociedad que se plantee simplemente tener respeto por el otro y saber ponerse en su lugar. «Creo que de esta manera evitaríamos muchos conflictos como el que nos trae aquí».
Se refería a la concentración que tuvo lugar en la Plaza Mayor en memoria de Alan, un adolescente barcelonés que el pasado día 24 terminó con su vida por no poder aguantar con la presión a la que le sometía el entorno escolar. Fue la propia madre la que lo comunicó a Chrysallis: «Esta era la primera Navidad que vivía de acuerdo a su identidad, la primera en la que celebrar un DNI recién estrenado, la primera en la que habría fiesta en casa pero, trágicamente, ha resultado ser la última. La presión e incomprensión en el ámbito escolar han podido con Alan», fue su tristísimo mensaje.
Un grupo de personas, entre las que se encontraban varias familias con hijas e hijos transexuales, encendieron velas en recuerdo del joven y fue leído un comunicado: «Las personas transexuales y sus familias sufrimos a diario actos de microviolencia social e institucional que se acumulan y, como le pasó a Alan, se convierten en una carga insoportable. Desde Chrysallis exigimos a los poderes públicos, administraciones sanitarias y educativas, encargados de los registros civiles, partidos políticos y, en general, a toda la sociedad que se proteja a los menores transexuales haciendo que se reconozca y respete su identidad sexual y que se ataje la transfobia en todos los ámbitos.