Son muy jóvenes. Tienen entre 21 y 25 años, ganas de hacer cosas, de tener planes, de disfrutar de sus aficiones. Son una pandilla que nació en el instituto y que se consolidó compartiendo un chamizo. Pero desde hace un mes y medio el recuerdo les nubla de vez en cuando la mirada. Verónica García, su amiga, murió en un accidente de tráfico en la N-I, a la altura de Briviesca, en la tarde del 18 de julio.
Desde entonces, «no hay un solo día en el que no nos acordemos de ella». Constantemente la recuerdan. Eran sus amigos, y en el caso de Agustín era además su pareja. Pero además de llevarla en su memoria pretenden ser testigos de un sufrimiento que no quieren que afecte a nadie más. «Que nadie tenga que pasar por lo que estamos pasando», resumen. Y por eso han querido aparecer públicamente con un llamamiento a la concienciación al volante.
Agus, César, Sergio, Laura y Rocío también tienen carné de conducir. Usan el coche a diario para ir a trabajar o a estudiar, incluso algunos son aficionados al mundo del motor y confiesan que no pueden definirse como conductores modélicos «porque todos hemos hecho alguna cosa mal». Un exceso con el alcohol, una velocidad por encima de la legal, una distracción por culpa del teléfono móvil... Y desde que perdieron a Verónica lo ven de otra forma.
«No te das cuenta del peligro que supone coger el coche, lo serio que es, los riesgos que entraña, hasta que no te toca de cerca», se lamenta Rocío, hermana de Agus. Saben que hay cosas que ya no tienen arreglo, pero desde entonces se esfuerzan por difundir entre su familia y amigos los peligros de la conducción y los riesgos evitables.
Beber agua mejor que alcohol, el casco en la moto, el chaleco reflectante, el cinturón de seguridad, los límites de velocidad, nada de móviles porque ninguna llamada ni mensaje son tan urgentes como para merecer jugarse la vida y porque todos pueden esperar hasta llegar al destino... Se saben muy bien la teoría e insisten en que si todos la pusiéramos en práctica no habría que lamentar pérdidas como la de su amiga, que aún no había cumplido los 21 años. «Hay que tener cuidado no solo por ti mismo sino por los demás, porque puedes provocar mucho daño a otros», apunta César.
Saben muy bien que los conductores de su generación, los más jóvenes, tienden a ser también los más osados. Por eso recalcan (especialmente en estas fechas en que proliferan las fiestas de los pueblos y los desplazamientos cortos) la necesidad imperiosa de separar alcohol y conducción. «Mucha gente se pasa de beber, se avisan unos a otros de dónde están los controles y si hace falta esperan hasta el mediodía, cuando se ha marchado la Guardia Civil», relatan.
La vida ya les había dado palos. Cuando solo tenían 15 años perdieron a dos amigos en las vías del tren y hace poco murió otro conocido atropellado. Lo de Verónica ha multiplicado su dolor, pero también su conciencia. No descartan participar en algún tipo de campaña de la mano de las autoridades de Tráfico y quieren seguir siendo testigos al mismo tiempo que educadores en la medida de sus posibilidades. Su amiga siempre estará en sus corazones, como rezaban las camisetas que elaboraron unos días después del accidente para hacerla un homenaje, y desde el 18 de julio también en sus manos, en sus ojos y en sus oídos cada vez que se pongan al volante.