Ilustrar una fábula o un cuento como Pulgarcito supone una redención «de pensamientos y emociones negativas, porque es como una pequeña catarsis», asegura Patricia Metola, quien ha sido la encargada de dibujar la nueva versión de este tradional relato para la editorial Naval. La madrileña también añade que «contar con imágenes es enriquecer la historia y crear una narración paralela».
¿Cómo se puede ser ilustrador y no morir en el intento?
Considero que ser ilustrador es un privilegio. Poder trabajar en algo que te llena tanto debería celebrarse. Es complicado mantener horarios que no sean caóticos y, como buen autónomo, es difícil planificarse, porque nunca sabes cuándo vas a cobrar. Pero este oficio, como cualquier labor creativa, cuenta con multitud de gratificaciones personales.
Hay cierta tendencia actualmente a que las novelas o los libros que no vayan dirigidos a un público infantil cuenten también con dibujos, ¿qué valor añadido aporta un ejemplar con ilustraciones?
Se asocian las ilustraciones a los niños porque, erróneamente, muchos adultos entienden que solo están ahí para hacer más amenos los ejemplares a los pequeños. Pero ilustrar no consiste en decorar un libro o amenizarlo. Ilustrar es crear una narración paralela, que enriquece la historia, hasta lograr que sea casi indivisible, que no se pueda entender una parte sin la otra.
¿Cree que la mayoría de las novelas deberían contar con este apoyo suplementario?
No. Son modos distintos de crear una obra. ¿Sería obligatorio que un buen cuadro contara con un texto que lo acompañase? Son formas diferentes de afrontar un proyecto artístico, todas igual de válidas.
Una imagen vale más que mil palabras, o eso dicen, ¿estima que un libro adulto con dibujos menguaría el texto?
Depende de los dibujos. Hay ilustraciones que no enriquecen, si no que dan una visión más plana de la historia.
¿Cómo se imbuye el dibujante en la historia? En este caso, en Pulgarcito.
En Pulgarcito hay dos visiones que debían ser contempladas. Por un lado, bucear en la narración oral, entenderla y comprender por qué ese cuento ha permanecido en la Historia durante siglos. Vislumbrar qué es lo que ha fascinado a tantas generaciones para que se conserve a lo largo del tiempo y llegue a nuestros libros. Por otro, uno debe atender a sus voces, encontrar ese punto de unión entre el texto original y tus sentimientos y vivencias. Hay que escuchar a tu niño interior, tus mundos y tus imágenes.
El caso de Pulgarcito es especial porque primero nacieron las imágenes y luego la narración.
Sí, eso no es frecuente, aunque en esta colección de libros en realidad cuentas con una narración previa, un cuento tradicional. Pero es complicado, porque es el ilustrador el que introduce primero su historia para que luego el escritor encuentre un camino entre lo que a él le gustaría comunicar y lo que el ilustrador previamente ha transmitido. Esa tarea normalmente sucede al revés, así que los narradores deben ponerse en el papel de los ilustradores y viceversa.
Usted misma se pregunta cómo hacer suyo un cuento clásico.
Los cuentos clásicos tienen algo que fascina y horripila a la vez. Trabajan con el subconsciente, con emociones que funcionan en niveles que apenas percibimos y que, además, se asocian a temas negativos, como el odio, el miedo, los sentimientos violentos. Emociones que se les niega a los niños, porque se cree que deben ver un lado positivo de la vida, pero que ellos igualmente vivencian de modo inconsciente. Los cuentos clásicos facilitan caminos para encontrarse con ese inconsciente prohibido. Redime de pensamientos y emociones negativas, como una pequeña catarsis. Pero todo eso sucede sin que nos demos cuenta, por lo que en un primer momento lo normal es rechazar la fábula, porque generalmente están llenas de violencia que no queremos ofrecer a nuestros hijos, ya que desearíamos que ellos jamás viviesen ni pasasen por momentos dolorosos en su vida.
¿Cómo trabaja con material fantástico?
Sabemos que el cuento no es real, y la fantasía es un modo perfecto para poder trabajar con todas estas emociones. Así que para hacer propio un relato de toda la vida es necesario bucear en nuestro inconsciente y nuestras emociones más internas.
¿Recuerda cuándo leyó el libro o, quizá, la época en la que le contaron el cuento?
No. Creo que conocí al Pulgarcito de Perrault ya de adulta. Y, en un primer momento, lo que sentí fue rechazo. Que abandonasen a los niños, que el ogro se comiese a sus hijas... Lo cierto es que necesité un tiempo de reflexión para comprenderlo y enterderlo.
¿Le fue difícil expresar ciertos sentimientos sobre el papel?
Sí y no. Por un lado me divirtió recuperar sentimientos que pertenecían a mi infancia y con los que conectaba fácilmente. Por otro, tendía a dulcificar todo aquello, y no era lo que pretendía. Así que me senté y escribí textos para intentar recuperar aquellas emociones de soledad y miedo que durante tanto tiempo habían estado escondidas.
¿Qué quería transmitir a los niños en Purgarcito?
Quise contarles que hay baches en la vida, que podemos encontrarnos ogros que nos hacen daño, pero que todo puede superarse. Que uno, enfrentándose a sus miedos, puede vencer a los monstruos, a sus pesadillas.
¿Qué es más fácil, dibujar para mayores o para pequeños?
No lo sé. Hasta ahora solo he trabajado con textos para niños. Imagino que tienes que conectar con emociones y partes de tu yo muy diferentes. Mi yo adulto, aunque tiene espacios en común, es distinto al de un niño. Es como si estuvieses contemplando un paisaje y lo describiese. Al girar un poco la mirada verías algo diferente, tu visión cambiaría. Es el mismo horizonte, pero tus ojos se detienen en otros lugares, por lo tanto tu narración se transforma. Cuando transmites una historia sucede lo mismo. Un mismo relato ofrece multitud de visiones distintas, todo depende de cómo lo observes. Citando a Proust: El verdadero viaje del descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.
¿Los dibujos son o pueden ser también autobiográficos?
Sí, igual que cualquier obra artística. Todas cuentan con algo en común y es la visión personal de quien las realiza. En cualquier obra el autor, de algún modo, siempre habla de sí mismo.
¿Qué proyectos tiene ahora en su mesa de dibujo?
Varios libros encargados por editoriales, un par de proyectos con autores, ilustraciones para la parte infantil de un hospital nuevo en Madrid y diferentes obras para unas exposiciones colectivas. Ademas de un montón de ideas inacabadas.