El sector de las reformas urge empleados para evitar cierres

L.M. / Burgos
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La patronal no logra encontrar ciertos perfiles profesionales, lo que amenaza con poner en jaque a decenas de empresas burgalesas de cara a la próxima década por la falta de relevo generacional

Tras dispararse su actividad en la pospandemia, el sector vive un momento bueno con numerosas promociones públicas y viviendas de obra nueva. - Foto: Luis López Araico

Fontaneros, chapistas, electricistas, escayolistas, marmolistas, carpinteros, calefactores, montadores de aluminio, hierro o suelo, pintores buenos, ebanistas... la lista de vacantes de trabajo relacionadas con el sector de la construcción es interminable. «No hay de nada», resume de manera clara y sencilla Vicente García, presidente de la Asociación de Empresas de Reforma de Burgos (Aerbur).

El sector, en términos globales, vive un presente relativamente positivo, visto el buen ritmo de la obra nueva y de la pública. «Las reformas no tienen esos altibajos que tienen otros segmentos que crecen o se hunden de un día a otro. Al depender de tanta gente casi siempre hay movimiento», explica García. Aunque hay caído algo en relación al periodo de salida de la pandemia, cuando se disparó su actividad, lo que realmente preocupa a las firmas burgalesas es la acuciante falta de mano de obra.

«A cada año que pasa, generación que se jubila, lo que supone menos personal, ya que no se producen incorporaciones por debajo», sostiene el presidente de Aerbur, que indica que el sector sobrevive «repartiendo el trabajo que hay cada vez entre menos empresas». Vicente García reconoce que el sector se enfrenta a un grave problema que, hasta la fecha, se está cubriendo «a trancas y a barrancas» pero pronostica que en menos de diez años puede suponer un punto de no retorno.

«La gente que se jubila tiene una cultura y una forma de trabajo de la que carecen los que vienen de fuera», asegura. Ni la experiencia ni las mañas o las habilidades con las que cuentan los empleados de Burgos han logrado réplica, al menos de primera, en otros trabajadores que llegan hasta la provincia para dedicarse al sector. «No hay relevo generacional», resume.

El aprendizaje de un oficio, además, no se logra de la noche a la mañana, sino que se trata de un proceso que conlleva varios años para dominarlo con cierta soltura. «Cuando lo consigues tienes trabajo para toda la vida», recuerda Vicente García, que destaca los buenos salarios que se abonan y la posibilidad de crecer laboralmente dentro de un sector que demanda mucha mano de obra. «Es la ley de la oferta y la demanda, y con un mercado con una mano de obra muy escasa uno se puede garantizar una nómina muy buena a poco bueno que sea en su puesto», confiesa el presidente de la Asociación de Empresas de Reforma de Burgos.

El sector está compuesto principalmente por pequeñas y medianas firmas con 3 o 4 trabajadores o por autónomos, que a cada año que pasa se ven más y más apurados. «Los gastos son progresivamente más altos y las condiciones para los empresarios peores, por lo que muchos optan por trabajar ellos solos sin mayores preocupaciones», indica García.

Inflación contenida. Junto a los costes laborales, los burgaleses que tienen una empresa de reformas han tenido -y tienen- que afrontar el incremento del precio de las materias primas. «Aunque la subida exponencial ya se produjo, todavía siguen altos», reconoce».

En la salida del confinamiento, con el boom de las reformas, el valor de la práctica mayoría de los materiales se desbocó.