Terror fermentado en barrica

A.B. / Miranda
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Silvia Eguíluz firma 'Vinícula', un libro que gira sobre el monstruo de una bodega riojana

Silvia Eguíluz, con un ejemplar de ‘Vinícula’, su última novela. - Foto: DB

El aroma del vino riojano no solo atrae a los paladares más finos. También una bestia puede disfrutar de los manjares extraídos de la uva que se fermentan en las barricas de la región vecina, como demuestra la última novela de Silvia Eguíluz. Esta vez, la prolífica escritora ha apostado por un relato de «tensión, terror e intriga» a través de una historia «corta» pero con «muy buen ritmo» y que «te impide dejar de leer porque quieres conocer el desenlace», según relata la autora mirandesa. Por ahora, esas han sido las sensaciones que le transmiten quienes han degustado este nuevo libro, Vinícula.

Eguíluz comenta que «está funcionando muy bien», ya que «hasta ahora las reseñas solo me están provocando alegría y satisfacción». Los que han ojeado un ejemplar, según explica, opinan que permite «abstraerte de la realidad y disfrutar de un momento de relax», por mucho que verse sobre horrorosos crímenes.  Conforme a su descripción, la novela «está todo el rato con el acecho de un monstruo que vive dentro de una barrica en una bodega, en un calado jarrero, y que se alimenta de vino, y si algo se interpone entre él y el vino, es mejor apartarse».

Se trata de una novela original, no solo por emplear la fantasía con Haro como telón de fondo, sino también por la estructura que ha escogido. Eguíluz describe que tiene «un prólogo, epílogo y entre medias cuatro historias: verano de 1936, que va a través de los ojos de un niño; otoño de 1992, que tal vez sea la más importante; invierno de 2001; y primavera de finales del XIX». Precisamente, esta mirandesa afincada en la Comunidad vecina destaca que «escribir sobre La Rioja del siglo XIX es fundamental para comprender La Rioja de hoy, porque la cultura del vino que tenemos ahora viene heredada de cuando los franceses estuvieron en esa época, entonces era muy interesante que arrancara ahí».

Para ello ha sido imprescindible cumplir con «el proceso de documentación de toda novela histórica». En este sentido, la autora describe que el trabajo para dar forma a la narración de 1936 «es el más triste, porque es el inicio de la guerra», aunque añade que, al menos, la labor para dar forma a los episodios de años posteriores a la década de 1990 «es hasta divertida, porque se mezcla la documentación con mis recuerdos del pasado».

Sin embargo, entre tanta documentación, la clave, la diferencia, el factor que atrapa al lector, es la fantasía, algo que, como recuerda ella, puede encontrarse en todas sus obras «de una forma más exagerada o menos». Incluso en Entre garnacha y tempranillo, una novela negra de 2021 en la que «había cosas que se transmitían en los sueños, que es un guiño a lo extraordinario». La autora no esconde que ese género fue el que le atrapó como amante de la literatura.Por eso ahora busca crear relatos similares a aquellos que le «gusta leer», con «el humilde deseo» de que quienes descubran sus historias «sientan lo mismo» que ella «con otras».